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El colegio fue durante mucho tiempo una tortura para mí porque sufrí acoso escolar. Todavía puedo escuchar las risas y comentarios burlones que mis compañeros lanzaban de manera sistemática cada vez que levantaba la mano o pasaba al frente, su propósito era humillarme y hacerme sentir insignificante. Sin duda, esto afectó mi salud mental y llegué a considerar que nada valía la pena.
Estos recuerdos brotaron al escuchar a Susana Boreal en el Congreso afirmando que “obligar a un niño a asistir al colegio (…) es una forma de violencia”. Sus palabras resonaron en mí, pero no para bien. A los niños sí los tenemos que escuchar y atender sus preocupaciones relacionadas con ir al colegio, pero no les podemos delegar la responsabilidad de decidir si van al colegio o no, lavándonos las manos frente a su futuro y el de la sociedad.
Reconocer las fallas del sistema educativo no significa desdibujar el papel esencial de los colegios como espacios protectores y transformadores. A pesar de sus retos, estas instituciones representan –para millones de niños– el lugar donde sobreviven, prosperan y transforman sus realidades.
Desde Welbin, la organización que fundé en 2022, hemos evidenciado los desafíos que enfrentan las escuelas para promover el bienestar de niñas, niños y adolescentes. El pasado 27 de noviembre lanzamos, junto al Laboratorio de Economía de la Educación de la Javeriana, el Índice Welbin 2024: el nuevo mandato social para el sector escolar. El informe revela que los colegios colombianos cumplen con solo el 56 % de las prácticas recomendadas para garantizar el bienestar escolar. Siendo la salud mental y la sexualidad los dominios en los que se observan las mayores brechas.
Aunque los colegios están casi a la mitad de camino de cumplir los estándares de bienestar, esto no implica que no jueguen un rol fundamental en el desarrollo integral de los niños. Más allá de aprender a leer o resolver ecuaciones (algo que aún no logramos en Colombia), los colegios disminuyen el riesgo de mortalidad infantil (5-10 % por cada año de escolaridad), mayor equidad de género (disminuir en 64 % el riesgo de matrimonio infantil) y generar más progreso económico. Además, para millones de niños, los colegios son el único entorno en el que pueden acceder a servicios esenciales como la alimentación o la salud.
A pesar de los retos que tienen los colegios para garantizar el bienestar escolar y cumplir las expectativas de las familias sus aportes son innegables. La manifestación de la Congresista, más que motivar la transformación del sistema educativo, fomenta el ausentismo, la deserción escolar y una generalizada estigmatización a las escuelas.
La solución a las problemáticas que encontramos en los colegios no está en deslegitimarlos, sino en fortalecerlos para que cumplan con el mandato social de garantizar derechos y oportunidades.
Considero que es momento de que los colegios adopten un nuevo rol, el de ser articuladores de acciones que garanticen el acceso a servicios esenciales, como educación, salud, nutrición, recreación y otros, para que cada niña, niño y adolescente pueda construir una vida satisfactoria y con oportunidades.
Para mí, el colegio –a pesar de todo– fue también un lugar de superación. Gracias a la educación y al cuidado que recibí encontré un propósito: cambiar el entorno que alguna vez sentí hostil, para que estas y las siguientes generaciones disfruten de un espacio seguro de aprendizaje. Pero esta transformación requiere que construyamos sobre lo construido y que pongamos el bienestar cognitivo, socioemocional, físico y material de las niñas y niños en el centro.
*Médico salubrista, fundador y CEO de Welbin, organización dedicada a mejorar el bienestar escolar. Asesor de la OMS en Salud Escolar y Bienestar Adolescente.