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Dotado de un primer premio de 30.000 dólares, un segundo de 20.000 y uno especial, también de 20.000, a la mejor interpretación de la «Serenata Pagana», obra de la compositora colombiana Carolina Noguera, el concurso atrajo la atención de 122 violinistas de 30 países, que enviaron videos con obras de Bach, Paganini y Mozart. Fueron seleccionados 20, procedentes de Colombia, China, Rusia, Estados Unidos, Japón, Corea, Taiwán, Italia y Suecia, que llegaron a Bogotá para participar de manera presencial. Diez pasaron a la segunda ronda y todos demostraron tener un altísimo nivel técnico; algunos un buen sentido musical y tres o cuatro extraordinarias dotes para el violín y la música. Pasa así en todos los concursos, es inevitable.
Los organizadores tuvieron la excelente idea de hacer una convocatoria para jóvenes de todo el país, para venir a Bogotá a participar en clases magistrales ofrecidas por los concursantes. Se presentaron 181 violinistas de 27 ciudades. Gracias a la generosa donación de la Fundación Ramírez Moreno, a los más destacados se les hizo entrega de 20 violines construidos por tres luthieres colombianos, uno venezolano y uno canadiense. Indiscutiblemente, el concurso tiene incidencia en muchos aspectos de la vida musical y es fuente de inspiración para los miles de jóvenes que estudian música en Colombia y que pudieron seguir la transmisión en vivo de las eliminatorias y de la final.
Como preludio al concurso, se hizo un concierto en el que se pudieron admirar diferentes facetas del violín. Por razones de espacio, solo puedo nombrar a los violinistas que tocaron: Violín y Son, con Alfredo de la Fe; los Llanos Orientales colombo-venezolanos, con Alexis Cárdenas, miembro del jurado; el Pacífico colombiano, con Juan Carlos Higuita, director académico del concurso; el Son jorocho, de México, con los violinistas Mario Pinto y Angélica Gámez; el tango argentino, con Daniel Plazas. Nunca había visto en un concurso algo parecido. Fue una excelente idea que el público aplaudió con entusiasmo.
Pasaron a la final tres concursantes, como estaba previsto: Ruifeng Lin, de China, María Lúndina, de Rusia y Luccilla Mariotti, de Italia.
Lin tiene 25 años, está haciendo un doctorado en Shanghái y toca un bello instrumento de Jean-Baptiste Vuillaume, del siglo XIX, que perteneció a Isaac Stern. Lin ganó el segundo premio en el Concurso Reina Elizabeth, en Bélgica, y el primer premio en el Concurso Viktor Tetryakov, en Krasnoyarsk, Rusia. Es un violinista con un talento excepcional. Impecable desde un punto de vista técnico y dotado de una enorme sensibilidad musical. Después del concierto para violín de Jean Sibelius, tocó como «bis» una de las piezas más difíciles del repertorio, la transcripción que hizo Nathan Milstein del «Mephisto Waltz» de Franz Liszt, originalmente para piano, con la que deslumbró por su virtuosismo. Obtuvo el Primer premio.
María Lúndina tiene 24 años y hace un doctorado en el Conservatorio de Moscú. Toca un instrumento moderno de un luthier ruso. Lo que más me impresionó de ella fue la sobriedad. Es expresiva sin ser amanerada, es profunda sin ser pedante. Ganó el Segundo premio.
Lucilla Mariotti tiene también 24 años, toca un violín de Mateo Goffriller, uno de los más grandes luthiers italianos del siglo XVII. Es refinada y algunos la prefirieron a María Lúndina. Ganó el Tercer premio.
La mejor sorpresa de la noche llegó cuando la presidenta del Jurado, Lucie Robert, de Canadá, anunció al colombiano Iván Orlín Ariza Chacón como el ganador del Premio a la mejor interpretación de la obra de Carolina Noguera. Iván Orlín fue el único latinoamericano que clasificó para tomar parte en las rondas presenciales. Un logro extraordinario, teniendo en cuenta el alto nivel del concurso. Su actuación en la primera prueba se caracterizó por una excelente interpretación del tercer concierto de Mozart, en mi opinión, la más bella de las que oímos. Y en la segunda ronda, en las sonatas 3 de Brahms y 2 de Prokofiev, además de la «Serenata Pagana», nos hizo ver la profundidad musical a la que ha llegado. Gracias a su comprensión de la música, cada frase está perfectamente construida, de tal manera que parece completamente natural, fácil, cuando en realidad detrás de esta «naturalidad» hay muchos años de arduo trabajo. Ojalá pronto veamos a Iván Orlín Ariza como solista de las orquestas colombianas, y como recitalista en las bellas salas de cámara del Teatro Mayor o la Luis Ángel Arango.
Durante la ceremonia de clausura, el concurso tuvo la buena idea de ofrecer como regalo, a cada uno de los miembros del jurado, un «violín caucano», hecho en guadua, en el norte del Cauca y en el Valle del Patía. Se llevan un bello y original recuerdo.
El secretario de Cultura de Bogotá, Santiago Trujillo, concibió y supo llevar a buen término, de manera admirable, el proyecto, que exigió la colaboración de muchas entidades: la Alcaldía Mayor de Bogotá, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, la Filarmónica de Bogotá, la Universidad Jorge Tadeo Lozano, la Fundación Bolívar Davivienda, la Asociación Nacional para las Artes, lo que demuestra, una vez más, que cuando lo privado y lo público trabajan mancomunadamente, se pueden desarrollar importantes proyectos, benéficos para toda la sociedad.
* Violinista y director de Orquesta