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Hace 40 años don Guillermo Cano y don José Salgar me abrieron las puertas de El Espectador, un privilegio para un joven obsesionado con la construcción de una Colombia mejor. En mi columna semanal, durante varios años, expliqué y defendí temas como la equidad, la conveniencia de la economía de mercado, la importancia de hacer bien nuestras ciudades. Por esos escritos incluso fui honrado con el Premio Simón Bolívar. No solo agradezco la oportunidad que me dieron estos dos grandes periodistas y seres humanos excepcionales al acceder a las páginas de El Espectador, sino la posibilidad que tuve de conversar con ellos en muchas ocasiones, pues en esos días no se enviaban los artículos por correo electrónico.
Al conmemorarse en estos últimos días de septiembre el primer centenario del natalicio de don José, quiero destacar de su brillante y extensa labor como jefe de redacción, subdirector y director de El Espectador, su columna “El hombre de la calle” publicada durante muchos años. Creería que fue la primera columna dedicada primordialmente al tema urbano, cuando Colombia era todavía un país mayoritariamente rural y no se tenía una clara consciencia de la enorme importancia de la urbanización. Siempre fue una de mis lecturas favoritas porque compartía con don José la obsesión por mejorar la calidad de vida en Bogotá. Sus denuncias, sus propuestas y sus críticas —siempre constructivas— fueron muy valiosas para el avance capitalino. En mi primera alcaldía sus palabras fueron importantes para corregir el rumbo y para poder ganar múltiples batallas que tuve que dar enfrentándome a intereses poderosos y egoístas que insistían en anteponer su interés particular al bienestar colectivo.
El suyo fue un trabajo periodístico hecho con amor por Bogotá, durante muchos años en que la prensa local, ocupada en los grandes temas nacionales, había descuidado la cobertura de la realidad y perspectivas de la ciudad. Por eso, los habitantes de Bogotá tenemos una enorme deuda de gratitud con el “Mono” Salgar.
Más allá de su labor periodística, quiero subrayar su faceta personal. Era un hombre sencillo y amable pero con un carácter firme a la hora de enfrentar a los corruptos, los violentos y los mentirosos. Y ojalá muchos más ciudadanos tuviesen su ejemplar espíritu cívico.
Concluyo este homenaje a don José con una respuesta que le dio a Marta Ruiz en una entrevista en mayo del 2008: “Yo he viajado mucho y algo que he hecho durante largo tiempo es comparar los sitios con Bogotá. Pero llegué a la conclusión que Bogotá es el mejor de todos”. Era claramente una exageración producto del amor por nuestra querida ciudad. Pero la entiendo, como la siento yo, no como un análisis urbanístico comparativo, sino como la expresión de que más allá de sus deficiencias, es aquella en la que quería trabajar, hacer una familia, disfrutar sus amigos, vivir y morir. En eso me identifico plenamente con el “Mono” Salgar.