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Un pacto para la equidad

Columnista invitado EE: Jairo Agudelo Taborda
25 de mayo de 2021 - 10:11 p. m.

No hay tiempo para llorar la leche y la sangre derramadas que tanto nos duelen. Urge aprovechar las pequeñas luces que iluminan la salida del túnel. Esas luces convergen en torno a una palabra clave: Equidad

Esta palabra, que en Colombia significaba sólo el nombre de una aseguradora y su equipo de fútbol, se convierte ahora en la vacuna contra la pandemia de la desigualdad, la injusticia y la violencia en el mundo sí, pero, sobre todo en Colombia.

Y es que la equidad va unida a la democracia contemporánea.

Los burgueses que hicieron la Revolución francesa (1789) nos legaron un patrimonio de libertades muy importantes, pero sólo de carácter individual. Se ha sostenido con un falso igualitarismo: absoluta libertad para todos los individuos de usar su propiedad privada para producir su riqueza y la de su familia porque así se produciría la riqueza de la nación. Se escondía una triste verdad: que no todos tenían propiedad privada y los que la tenían eran también muy desiguales entre ellos. Así que la democracia liberal capitalista nace con un desigualitarismo total.

Tal totalitarismo desigualitario (todo en manos del mercado) se exacerbó con la revolución industrial (1850) que evidenció el virus de la desigualdad y la injusticia intrínseca del sistema. Produjo dos sociedades extremas: burguesía (minoría) y proletariado (mayoría). Ante la galopante pauperización de la mayoría, Carlos Marx propone una solución extrema: eliminar la propiedad privada como madre de las desigualdades: totalitarismo igualitario (todo en manos del Estado). Este totalitarismo se concretizó con la Revolución rusa de 1917.

Como se ve, son dos totalitarismos en orillas opuestas. Sin embargo, el fin de la Primera Guerra Mundial (1919) y la Gran depresión económica (1929) produjeron un cambio en la política económica introduciendo una nueva democracia con una función reguladora del mercado por parte del Estado, enseñada por Keynes. El mercado produce la riqueza; el Estado reglamenta y estimula tal producción, pero al mismo tiempo redistribuye medianamente los bienes y servicios.

Después de la Segunda Guerra Mundial (1945), Europa se reconstruye con méritos propios y del Plan Marshall; reactiva su economía y adopta una nueva política intentado superar los dos totalitarismos. Es así, en extrema síntesis, que nace el Estado Social de Derecho (ESD) promovido inicialmente por los partidos socialdemócratas europeos y luego por otros partidos incluso conservadores, como la Democracia Cristiana alemana e italiana. Muchos la llamaron la “tercera vía” o “Estado de bienestar”. Con este modelo social, Europa occidental vivió su mayor boom económico y político entre el 1960 y el 1985 cuando, renegando de su mejor invención, se dejó seducir por los desigualitaristas del neoliberalismo económico: Reagan y Thatcher. Desde entonces, Europa Occidental no volvió a ser la misma. Se debilitó y ni siquiera la UE ha podido superar las crisis que la golpean desde el 2008: economía, inmigración, nacionalismos, terrorismo. Sólo hoy (2021) con el Plan de recuperación post-Covid, la UE intenta volver al Estado Social de Derecho que la hizo gloriosa.

En nuestras Américas nos hemos quedado con la democracia mínima liberal capitalista del siglo XIX: totalitarismo desigualitario. Éste es el totalitarismo individualista que ha gobernado al mundo. Pero esta es una visión cortoplacista que favorece a aquellos que maximizan sus ganancias aquí y ahora. Es expresión de una burguesía miope que sigue pensando que los empresarios y los ricos están bien si la mayoría está mal (desigualdad): yo estoy bien si tú estás mal. Yo gano si tú pierdes. Las burguesías iluminadas europeas, japonesas y sudcoreanas entendieron que yo gano más si también los otros ganan algo. Que estoy bien hoy y estaré bien mañana si los demás están bien: Estado de bienestar. Pero, ¿qué se necesita en nuestras Américas y, sobre todo, en nuestra Colombia de hoy para salir de este túnel?

Respuesta: hay una palabra transversal a todas las declaraciones que hemos escuchado en casi un mes de paro nacional: Equidad. Los jóvenes (mayoría manifestante), los obreros y campesinos, los comerciantes y hasta los mismos empresarios y políticos concuerdan en que hay una desigualdad insostenible, inaguantable.

¿Es ideología? No. Los datos del Índice de Gini ubican a Colombia entre los cinco países más desiguales del mundo por desigualdad general (urbana y rural). Pero por desigualdad rural, Colombia es el primer país del mundo. Es un país feudal que no ha hecho una verdadera Reforma agraria. Lo estamos intentando ahora con el Acuerdo de paz (primer punto después de medio siglo de plomo). Además, es un país que ha hecho política usando más la plomacia que la diplomacia. Incluso cuando logra acuerdos diplomáticos, negociados; los incumple.

Pero, ¿qué significa equidad? Brevemente significa justicia. Por mucho tiempo se ha entendido la justicia como darle a cada quién según su capacidad, según su mérito y/o según su necesidad. En el Estado Social de Derecho la justicia es reconocerle a cada quién según su dignidad.

Ahora bien, hoy sabemos que en lo único que somos iguales los seres humanos es precisamente en dignidad y oportunidades. En todo lo demás somos diversos, diferentes (entes en la diferencia). Tenemos distintos modos de ser humanos. Por eso el totalitarismo igualitario no nos satisface. Pero tampoco el totalitarismo desigualitario. Porque somos tanto individuos como colectividad (sociedad). Entonces, a cada quien según su dignidad. Su dignidad humana. Y en ella todos somos iguales, aunque la vivamos en modo diferente, diverso. Y ¿cuál es la medida de esa dignidad que nos iguala a todos los humanos? Los derechos humanos fundamentales.

La equidad consiste en que ningún ser humano en una determinada nación (Colombia) esté condenado a sobrevivir por debajo de la línea de la dignidad trazada por los derechos humanos fundamentales (a la vida, a la educación, a la salud, al trabajo digno, a la vivienda digna). Por encima de esa línea puede haber todas las diferencias de una pirámide social. Pero nadie por debajo de ella. Como ven, no es igualitarismo puro: es equidad. Aquí los enemigos no son los ricos ni la riqueza sino la pobreza, el hambre, la injusticia, la exclusión.

Y la equidad conviene a todos, empezando por los más ricos, porque la riqueza concentrada en pocos, asesina a la mayoría que es la que consume y compra lo que producen los ricos. Si no hay demanda interna, no hay riqueza ni siquiera para los ricos. La burguesía miope (colombiana) mata sus propias gallinas de los huevos de oro: sus clientes.

Con un agravante letal. Al negarle la dignidad humana a la mayoría se la vuelve indigna. Y entonces, ella se indigna por esta indignidad y termina usando la violencia. Las regiones más violentas del mundo no son las más pobres sino las más desiguales (latinoamericanas). Las burguesías iluminadas han prevenido esto haciendo a tiempo las reformas en los parlamentos y los congresos para no tenerlas que hacer con las armas en las montañas y en las calles como las burguesías miopes.

Hacer hoy un pacto para la equidad en Colombia no es comunismo ni castrochavismo. Es aplicar el artículo 1 de nuestra Constitución política del 1991. El Estado Social de Derecho que busca la equidad ya lo han experimentado en nuestra América algunos gobiernos con magníficos resultados: Chile, Uruguay, Brasil (de Cardoso, Lula y Dilma), Costa Rica. Incluso en Estados Unidos (Carter, Obama, Biden). Las mismas instituciones capitalistas y desigualitarias como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional reconocen hoy que exageraron con la desigualdad. Se les salió de la mano provocando recesión y crisis mundial.

Si el problema es la desigualdad insostenible, la solución es la equidad democrática o la democracia equitativa como enseñó ayer Rawls y hoy Habermas, Sen y Held. La negociación entre Gobierno y Comité del paro en Colombia tiene que conducir al pacto por la Equidad. Que nadie se quede por debajo de la línea de la dignidad. Que nadie tenga que decir que no tiene nada que perder. Mucho menos los y las jóvenes de nuestra amada Colombia.

* Profesor, Universidad del Norte

Por Jairo Agudelo Taborda

 

Atenas(06773)26 de mayo de 2021 - 03:58 p. m.
Típico discurso d docente, q' d retorica indecente engañan a la gente con su hirsuto idealismo. Y emplean eufemismos pa engatusar, como ese d la equidad en lo derechos y d mucho reclamar, mas no hay en ellos asomos d una virtud primera: saber q' adelante van los deberes cual reglas, leyes o normas q' mucho más facilitan la vida y el progreso en comunidad. Claro, tienen idiotas útiles.
Gerardo(68861)26 de mayo de 2021 - 11:02 a. m.
Brillante...! Nada que agregar.
Contumaz Apostata de la Dextrocardia(likt7)26 de mayo de 2021 - 01:27 p. m.
Desafortunadamente la “gente bien” entienden equidad como igualdad (comunismo/socialismo), y eso es para ellos indigno e impresentable: …este es mucho igualao! Pero equidad es oportunidad, dignidad, acceso, justicia. Hay que hacer más de esta pedagogía para que los pudientes por fin entiendan lo que significa la empatía. Con equidad no se acaba la pobreza pero si se arropan sus prerrogativas.
Mar(60274)26 de mayo de 2021 - 12:00 a. m.
¡Excelente columna!
Contumaz Apostata de la Dextrocardia(likt7)26 de mayo de 2021 - 01:20 p. m.
Enhorabuena. Respuesta: votar por Petro.
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