El mundo se encuentra ante progresivos cambios que están alterando los equilibrios de poder entre Occidente y Oriente, así como generando incertidumbre y turbulencias en el sistema internacional y rivalidad con naciones emergentes, principalmente del Sur Global.
Una de las fuerzas en curso y que es fuente de debate en los círculos de economía política internacional es la denominada “nueva globalización” o “des-globalización”, en el periodo post-pandemia y de la cuarta revolución industrial.
Raghuram G. Rajan, exgobernador del Banco de la Reserva de India, ha resaltado recientemente en la revista Foreign Affairs cómo la relación entre las exportaciones mundiales de bienes y servicios y el PIB mundial alcanzó su punto máximo en 2008 y ha tenido desde entonces una tendencia a la baja. Asimismo, las dos economías más grandes del mundo, China y Estados Unidos, se han vuelto cada vez más hostiles, tratando de reducir su dependencia entre sí por bienes y servicios. Desde la crisis financiera mundial de principios de este siglo, se han promulgado cinco veces más medidas proteccionistas en todo el mundo que liberalizadoras.
De manera concomitante, estamos observando las oportunidades que se generarían con la reestructuración de las cadenas globales de suministro y la migración hacia economías cada vez más verdes. Así lo corrobora el reciente estudio “El Potencial de la Integración” del Banco Mundial, con los movimientos de la producción más cerca a los mercados de Estados Unidos y Europa y la lucha contra el cambio climático, sobre la base de las ventajas en capital natural y energías solar, eólica e hidráulica.
Sigue a El Espectador en WhatsAppLas actividades de relocalización de operaciones podrían generarle a la región la suma de USD 78.000 millones de dólares adicionales al año en exportaciones de bienes y servicios, en sectores como industria automotriz, textiles, farmacéutica y energías renovables. México y Brasil serían los ganadores (Banco Interamericano de Desarrollo). Por su parte, la transición verde contribuiría a impulsar la productividad y desarrollar sectores económicos nuevos y más sostenibles. Potencialmente se crearían un 10,5 % más de empleos netos en la región para 2030 (OCDE).
La riqueza de la región no es despreciable. Las cifras hablan por sí solas. Somos un mercado de más de 660 millones de personas (8,3 % de la población global); el mayor exportador neto de alimentos y bienes agrícolas; ostentamos el 60 % de la vida terrestre mundial; albergamos una de las matrices energéticas más limpias del planeta, con casi el 30 % de su energía proveniente de fuentes renovables; poseemos uno de los niveles más altos de recursos de agua dulce renovable; tenemos todo el potencial y ventajas para liderar la nueva economía “azul”; entre otros.
Enfoque multidimensional y desafíos
El valor de estos instrumentos fue entendido décadas atrás por Europa y los países de Asia del Este. Lograron avanzar de manera decidida. El comercio intrarregional en Europa representa el 65 % del comercio total, en Asia del Este y América del Norte está alrededor del 50%, mientras que el intra-América Latina alcanza sólo el 17%. Igualmente, los asiáticos lograron desarrollar -a diferencia de nuestra región- cadenas de valor agiles y con enorme valor agregado, resilientes y con capacidad de detección de los riesgos externos, en sectores como bienes de consumo, equipos de salud, tecnología agrícola, servicios de fabricación electrónica, entre otros.
El valor de estos instrumentos fue entendido décadas atrás por Europa y los países de Asia del Este. Lograron avanzar de manera decidida. El comercio intrarregional en Europa representa el 65 % del comercio total, en Asia del Este y América del Norte está alrededor del 50 %, mientras que el intra-América Latina alcanza solo el 17 %. Igualmente, los asiáticos lograron desarrollar —a diferencia de nuestra región— cadenas de valor ágiles y con enorme valor agregado, resilientes y con capacidad de detección de los riesgos externos, en sectores como bienes de consumo, equipos de salud, tecnología agrícola, servicios de fabricación electrónica, entre otros.
Lamentablemente, América Latina no ha logrado afianzar su integración a lo largo de décadas, lo cual es motivo de frustración para más de uno y decepción para otros. La profundización del proceso debe enfrentar enormes desafíos, tales como: 1. La politización y las burocracias; 2. La fragmentación de la región y la falta de cohesión interna; 3. Las sensibilidades frente al libre comercio y las ataduras ideológicas del pasado; 4. La falta de flexibilidad de los esquemas institucionales y de convergencia entre los mismos; 5. La pérdida de terreno en los flujos mundiales de comercio e inversión, la reducción actual de los niveles de integración y el debilitamiento deliberado de esquemas exitosos, tales como la Alianza del Pacífico.
Un imperativo político
En respuesta, la integración deberá concebirse no como una opción, sino como un imperativo político. Es una aspiración que tiene un sentido estratégico y una agenda integral. Debe estar al margen de las discusiones entre izquierda y derecha. Igualmente, debe unirnos en torno a una visión conjunta en temas centrales y sobre “mínimos comunes” como el rol del Estado, la economía de mercado, el papel del sector privado y de la sociedad civil y los valores que inspiran la democracia, tal como lo señala el presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (CORI) y excanciller, Guillermo Fernández de Soto.
Este proyecto tiene como ejes centrales la transformación productiva, las cadenas de valor y comercio, la infraestructura y logística, la formación de capital humano, una inversión extranjera de calidad, entre otros. Su desarrollo temático será motivo de una próxima columna de opinión.
La región está llamada a redoblar la apuesta por una integración renovada y ratificar el valor de la democracia, la cooperación y el multilateralismo. Solo así tendremos una voz activa y conjunta en los principales foros y temas de la agenda internacional que nos aseguren un espacio relevante. Los ciudadanos latinoamericanos así lo desean. Más de un 70 % apoya la integración e inserción internacional.
Comentario final
La ventana de oportunidad que tiene la región no puede ser desperdiciada nuevamente. Las alertas sobre este riesgo ya están llegando desde otras latitudes. En efecto, el editor del Financial Times Michael Stott lo hizo días atrás desde Londres al titular su columna de opinión “América Latina le gana al mundo en despilfarro de oportunidades”.
Por ello, el mensaje final es sucinto y claro: Ante la reticencia, mayor voluntad política. Ante el dogmatismo, pragmatismo. Ante la división y dispersión, más unión y concertación. Ante la incertidumbre, más encadenamientos productivos. Ante los fracasos del pasado, una dosis de optimismo y realismo. Ante el futuro, una América Latina integrada, verde e incluyente.
* Visiting Fellow de la Universidad de Oxford y Miembro del Advisory Board de la Unidad del Sur Global de la London School of Economics (LSE)