Por Sebastián F. Villamizar Santamaría *
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Por Sebastián F. Villamizar Santamaría *
Una de las cosas más difíciles del aislamiento es construir comunidad. La misma acción de alejarse del mayor número posible de gente hace que dejemos de interactuar con otras personas y eso puede ser perjudicial justo en los momentos en los que más necesitamos ayuda de otros.
La cuarentena y las medidas de distanciamiento social nos han hecho ganar unas cosas y perder otras. Entre las ganancias está el evitar aún más contagios del coronavirus y darnos cuenta de que puede haber flexibilidad laboral para muchos. Pero quizá la mayor ganancia está en que nos dimos cuenta de que sin los trabajos manuales a los que muchas personas ven como inferiores (como recolección de basuras, seguridad, conducción de transporte público, servicios de limpieza y domésticos), estaríamos en un caos y desasosiego aún más grande.
Por eso las mayores enseñanzas del coronavirus tienen que ver con la desigualdad. Debemos buscar mecanismos para garantizar mejores condiciones laborales para estos trabajos, que muchos se hacen por contratos por días, para que las personas que los hacen puedan mantener ingresos a pesar de la cuarentena. Algunas personas, por ejemplo, les dieron licencias remuneradas a sus trabajadoras domésticas para que puedan quedarse en casa y sigan obteniendo ingresos.
Al mismo tiempo, las pérdidas que nos deja la cuarentena están más relacionadas con la forma en la que pensamos en comunidad. Algunas personas acaparan productos clave en los supermercados (lentejas, congelados, etc.), lo que agota la posibilidad de otros de poder poner algo en la mesa o tener reservas. Otros tantos no han dejado que sus empleados trabajen desde casa o cambiar sus horarios y otros más salen de fiesta, lo que expone a muchas más personas al virus.
En esos casos me pregunto si el aislamiento social viene desde antes. Es decir, si estas personas no están pensando en los otros ahorita, ¿será que era igual antes?
Quizás estos tiempos de aislamiento físico nos den para reflexionar más sobre qué tipo de comunidad queremos mantener. Por eso es que creo que el distanciamiento social no es la mejor manera de llamarlo; aunque estemos lejos de otros, podemos y deberíamos seguir en contacto con familiares, amigos y vecinos, y justamente poder crear lazos comunitarios más fuertes que puedan sobrepasar la cuarentena.
Esta es la pregunta que tengo ahora en mi séptimo día de autocuarantena en otro país. ¿Cómo hacer para seguir manteniendo una comunidad desde lejos? La distancia física se puede acortar con la tecnología, pero se necesita una voluntad más social para poder crear y mantener esos lazos. La respuesta de eso está en cada quien, pero sería bueno empezar por, por ejemplo, conocer si hay vecinos mayores que necesitan ayuda de alguien para hacer mercado sin salir de casa.
*Candidato a Doctor en Sociología en el CUNY Graduate Center, @sebvillasanta