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Guillermo Rivera - Veedor de Bogotá
Por estos días, algunos medios de comunicación de los Estados Unidos y de Europa, han publicado entrevistas hechas al pensador israelí Yuval Noah Harari, el autor de 21 lecciones para el siglo XXI, de animales a Dioses y Homo Deus. En dichas entrevistas, este pensador ha advertido de los enormes riesgos que tendrá la democracia a partir de la pandemia que estamos enfrentando. Según él, la incertidumbre y el pánico que ha generado el Covid19 puede llevar a que los ciudadanos cedan en sus derechos y sus libertades frente a las instituciones estatales de su países con la esperanza de superar esta emergencia sanitaria y de evitar otras futuras. La mayoría de los ciudadanos, en Colombia y el mundo, hemos aceptado las restricciones a nuestra libertad de movilización bajo el entendido de que se trata de una medida eficaz para contener la propagación del virus. Comprendemos razonablemente que se sacrifica un derecho para garantizar otro de superior jerarquía como lo es la vida.
Hasta ahí estamos de acuerdo. Sin embargo, uno de los ejemplos de cómo esta cesión de derechos se puede convertir en riesgosa para la democracia, conforme a lo dicho por Harari, es –tal y como viene sucediendo en otros países—el conjunto de medidas adoptadas para hacerle seguimiento a los ciudadanos a través de sus celulares. No en vano estos, además de ser útiles para los monitoreos epidemiológicos, también lo son para invadir su privacidad. De manera evidente, por cuenta de la lucha contra este virus y de otros eventuales virus futuros, podríamos estar renunciando a nuestro derecho a la intimidad, el cual tiene un enorme valor democrático.
En Colombia, en medio de la lucha contra el Covid19, han empezado a surgir expresiones que deben prender las alarmas democráticas. Menciono dos: Un Representante a la cámara pidió intervenir el Congreso porque cree que el control político es una especie de obstáculo para el desarrollo mientras que, de otro lado, reconocidas voces de opinión claman porque se impongan las directrices presidenciales sin escuchar las voces de los mandatarios locales o de las fuerzas de oposición.
La historia reciente de la humanidad ha demostrado que las crisis que generan incertidumbre y temor entre los ciudadanos son un caldo de cultivo para socavar las democracias y limitar los derechos. Por eso, desde el Estado, es fundamental mantener en coyunturas como esta, siempre abiertos los canales de interlocución con los ciudadanos, así sea de manera virtual. Desde la Veeduría Distrital estamos haciendo este esfuerzo.
De hecho, uno de los principios del gobierno abierto es la innovación tecnológica, lo cual incluye a las tecnologías de la información (TIC) para hacer más transparente la información oficial, para garantizar el acceso publico a la misma y en las actuales circunstancias, para facilitar el control de los ciudadanos a la administración pública.
El confinamiento no puede significar el silencio de los ciudadanos ni tampoco el ejercicio unilateral del poder político por parte de la administración pública. La vigencia de los derechos humanos y el fortalecimiento de la democracia han sido el resultado de una larga e intensa lucha ciudadana que no puede, ni debe, ser sacrificada con el argumento de la necesidad de rodear a unas autoridades para superar una emergencia sanitaria.
En últimas, la democracia no es susceptible de ser contagiada por el covid y la cuarentena no puede conducir a una inhibición democrática. Para superar esta crisis tenemos que trabajar juntos, pero reconociendo diferencias y deliberándolas. ¡Ese es el desafío!
