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A los 100 años de Miguel Hernández

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Columnistas elespectador.com
10 de febrero de 2010 - 02:28 a. m.
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Cuando leí por primera vez los poemas de Miguel Hernández yo era un jovencito de 14 años; mi profesor de literatura había traído para la clase la hermosa musicalización de Joan Manuel Serrat.

El pastor de Orihuela que leía a los clásicos y escribía sus propios poemas mientras cuidaba el rebaño por las llanuras de Alicante. Se me hizo terrenal y muy comprometido con lo que observaba; ahora a 100 años de su nacimiento yo estoy algo más viejo y él siempre joven. Poemas como el Niño yuntero, Elegía a Ramón Sijé o Nanas de la cebolla, este último escrito y dedicado a su hijo desde la cárcel, me parecían por momentos los de un ser iluminado y a la vez los de un  enamorado.

Ahora se preparan homenajes en Burgos, Alicante, por toda España. Serrat pronto sacará a la luz su último trabajo discográfico Hijo de la luz y de la sombra y ya puedo imaginar las letras enormes y mayúsculas con el nombre del poeta.

A veces por las calles encuentro colegiales estudiando y recitando sus poemas. En una ocasión vi a una jovencita con el vientre hinchado leer Menos tu vientre mientras bajaba en una estación del metro de Buenos Aires, en otra un posible “estudiante” de la Universidad Nacional de Colombia, recitándole a “grito” a un policía desprevenido versos de Para la libertad. Cosas así me hacen pensar en la vigencia del poeta alicantino, hay quienes dicen que “cantaba hasta en la muerte”.

 Armando Arboleda. Barranquilla.

Debates en la Tadeo

Felicitaciones a las directivas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano por el tipo de foro-debate que se fajaron el 3 de febrero con el señor presidente Álvaro Uribe. Soy partidario y seguidor de la mayoría de los escritos y publicaciones de José Fernando Isaza, también columnista de El Espectador, y me parece que como rector ha dado un paso ejemplar para la academia sobre la actitud que estudiantes, profesores y la opinión pública debemos tomar frente a los diferentes procesos sociales y políticos por los que estamos atravesando. Se ha demostrado que se puede hablar, debatir y proponer sobre los diferentes temas nacionales con altura, con argumentos, libremente y sin necesidad de acudir a la agresión, descalificación o insulto del que opina o actúa diferente a nosotros. Ojalá tanto políticos, empresarios, la academia en general y todos los ciudadanos apoyemos y hagamos eco de este sano estilo de participación democrática.

 Manuel Hernando Peña. Bogotá.

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