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Puede ser cierto que las cifras y proyecciones señalen que anualmente un millón de niños y niñas sean víctimas de delitos atroces, entre asesinatos, violaciones, secuestro y explotación sexual, en Colombia.
Y es cierto e indiscutible, por supuesto, que dichos crímenes son abominables y repugnan el corazón. Sin embargo, pensar que la cadena perpetua pueda ser la solución para dicho problema es un acto de la más elevada ingenuidad irresponsable. Pretender algo semejante lleva implícita la cándida suposición de que existe un número finito de violadores y que marginándolos perpetuamente de la sociedad el problema terminará. ¡Absurdo! El problema no terminará.
Semejante pretensión es tan infantil, que no puede menos que pensarse que quienes promueven dicha iniciativa con tanta pasión no buscan realmente la solución del problema sino que, abusivamente, usando a los menores como caballito de batalla, buscan desesperadamente un protagonismo político a cualquier costo. Recordemos que las pasiones en el ámbito del Derecho son siempre sospechosas.
Su pretensión populista es abiertamente inmoral y sin duda tendrán que responder por ello. Y digo lo anterior porque ningún violador querrá irse para la cárcel indefinidamente y optará, sin duda, por matar y desaparecer a su víctima. Así, seguramente las denuncias por violación y otros crímenes atroces disminuirán, pero progresivamente aumentarán las denuncias sobre menores desaparecidos o aparecidos muertos y desmembrados.
Y si el argumento (usado por los mismos promotores de la prisión perpetua) es que los violadores son personas enfermas incurables (lo cual no es cierto en la gran mayoría de los casos) y que por ello mismo no hay posibilidad de regeneración y rehabilitación, entonces con mayor razón la pena perpetua no tendrá ningún poder disuasivo. Como ya lo expresara la senadora Gina Parody, las penas son hoy en Colombia suficientemente altas (hasta 60 años) y sin embargo este tipo de delitos continúan. El problema es mucho más de fondo.
El problema real es que la justicia en Colombia es inoperante. El problema real son las familias disfuncionales. El problema real es la falta de políticas estatales que inviertan en la solidez familiar y en leyes laborales justas que les permitan a las madres y a los padres de familia trabajar con dignidad y al mismo tiempo atender y acompañar apropiadamente a sus hijos.
Jorge Merchán Price. Bogotá.
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