Hace unos meses, el presidente del Icetex asistió a un almuerzo con rectores de universidades privadas de Bogotá y posteriormente convocó a un ejercicio muy interesante con relación al futuro de la educación superior, en el marco de la Economía Naranja, sobre la que tanto se habla y poco se sabe. Debo reconocer en él a una persona con vocación de servicio y con la mejor intención. Sin embargo, algunas de sus preocupaciones pueden llevar a la entidad a tomar un camino que no corresponde en una democracia.
En primer lugar, existe una preocupación válida y elemental con relación a las posibilidades que tendrán los futuros profesionales para pagar su deuda con el Icetex, si estudian una carrera u otra. Al respecto, surge el fantasma que siempre invita a financiar solo aquellos programas que tienen amplia salida laboral, pues, se asume, que eso garantiza el pago de la obligación.
La mejor intención, pero va en contra vía de lo que se debe garantizar en una democracia: la libertad. Esto sería financiar aquello que el Estado considera relevante y no aquello que los estudiantes quieren estudiar y están dispuestos a endeudarse para hacerlo. En últimas, hoy el Icetex presta el dinero de la matrícula y solo lo “regala” cuando el estudiante obtiene las mejores calificaciones. De manera que, en el futuro, si una de nuestras hijas quiere estudiar arte, y sin duda podría lograr las mejores calificaciones, pues de malas, hasta ahí el mérito y el esfuerzo, y sería el Icetex quien la guiaría hacia lo que el Estado requiere. Lindo camino hacia “un mundo feliz”.
Sigue a El Espectador en WhatsAppEn segundo lugar, aunque en la misma línea, algunos estudios sugieren que el “relacionamiento” es lo que garantizaría encontrar un buen trabajo y, por lo tanto, es menester financiar solo aquellas instituciones que lo garanticen. Es decir, más allá de la calidad académica de los programas, se requiere un conjunto de contactos, de relaciones, para ser exitoso. Recuerdo cuando un tío me decía que en la universidad la clave era lograr “contactos” para el futuro. En el caso mío, el contacto fue con los libros y poco he tenido el honor de trabajar con alguno de mis compañeros de pregrado, pero bueno. El problema radica en que ese punto de partida es abiertamente inconstitucional y además va en contravía del mérito.
Muchos emprendedores se quedan en veremos por no tener “contactos” y en vez de romper esa cultura, cuyo pilar es aquella frase nefasta que sugiere “lo malo de la rosca es no estar en ella”, estaríamos fortaleciéndola, validándola. Después no nos indignemos cuando alguien grite “usted no sabe quién soy yo”, seguro ya habrá pagado su deuda con el Icetex.
En tercer lugar, es evidente que la entidad ha evolucionado de tal manera que hoy no es claro hacia dónde hay que dirigirla. Los estudiantes de la universidad pública quieren que los excedentes vayan a sus universidades. Eso en últimas corresponde a quitarle a los que van a las privadas los recursos que han pagado y destinarlo a las universidades públicas. Muy extraña la figura. A lo mejor el Icetex podría pasar a ser un fondo de garantías para que las universidades privadas creen sus propios programas de financiación y el Estado garantice un porcentaje mínimo a pagar en caso de incumplimiento, o de pronto podría pasar a ser parte del Holding Financiero del Estado, que promueve el hoy presidente del Banco Agrario con razones suficientes, y podría llegar a todos los rincones del país para financiar también programas en la modalidad virtual.
La clave, queridos lectores, está en asumir la realidad: la educación superior privada cubre más del 50% de la demanda por educación superior y algunos la ven como una amenaza a la educación superior pública, cuando es en realidad un complemento del sistema, probablemente el más importante en la historia. Insisto, La Universidad La Gran Colombia fue la primera en ofrecer programas en la jornada nocturna en Hispanoamérica. Muchos consideraban que los trabajadores no podían estudiar pues era una cosa o la otra. Demostramos que sí se podía y hoy son miles de profesionales que pagaron con mucho esfuerzo sus estudios.
Como me lo dijo recientemente Germán Navas Talero en un programa en Teleamiga: “Si no fuera por esta, mi universidad, yo no sería abogado porque me tocó trabajar y estudiar al tiempo”. Ojalá, como él, miles de personas puedan encontrar alternativas para financiar sus estudios y escoger la universidad y el programa que quieran, en la modalidad que quieran y sin exigir que la sociedad les pague todo a través del Estado.
* Rector de la Universidad La Gran Colombia