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Correr la cerca

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Columnistas elespectador.com
27 de junio de 2009 - 03:06 a. m.
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En tiempos en que era secretario de Gobierno, hoy alcalde de Medellín, en alguna de tantas entrevistas, Alonso Salazar hablaba de correr la cerca.

Se hacía referencia a una herencia compleja, por no decir envenenada, del proceso de reinserción con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que llevó el actual Gobierno Nacional en el año 2003.

La metáfora de correr la cerca nos parece muy diciente. En el argot popular, correr la cerca indica una división territorial de propiedad. Llevada al conflicto de nuestro país, expresa bien ese distanciamiento inteligente que debe hacerse de la cultura mafiosa que ha penetrado, que ha tomado mucha parte de la institucionalidad. No es un unirse al enemigo poderoso frente a la incapacidad de doblegarlo. Es más bien, si se quiere, el costo que se debe pagar de impunidad para ganar verdad, reparación y garantía de no repetición.

En la medida en que nos acercamos al otro que amenaza peligro, ganamos confianza y podemos acudir a argumentos persuasivos que desactiven paulatinamente su accionar criminal. La filosofía de la no violencia con Gandhi, y muchos otros, probaron su efectividad. Grandes capos de la mafia siciliana, reaccionaron y retrocedieron principios inviolables para la mafia, como era el de la no delación: “La palabra ‘soplón’ ya no me molesta”, decía un converso.

Compartimos la preocupación de algunos opinadores nacionales en no transigir con quien presenta ambigüedades con la mafia que hay que sacar de nuestras instituciones, de nuestra sociedad, del salvajismo de la producción que te incita al dinero fácil para proveerte de las chucherías, que a diario bombardean los medios masivos, haciéndolas pasar como necesidades inaplazables.

Compartimos en que hay que buscar rupturas, formas de correr la cerca, que detengan esa mafia que destruye todo lo que encuentra a su paso, esa manera de apetecer el enriquecimiento fácil e ilícito, como quitar las tierras a los campesinos para agrandar la finca del politiquero o finquero inescrupuloso.

La razón y la bondad hacen buena obra. Principios de la mafia que se creían inamovibles, hoy han cedido para un bienestar general. Los que se consideraban un clan de malosos incorruptibles, muchos fueron a confesar a la justicia. Y así muchos de sus principios de destrucción dieron al traste con la voluntad inquebrantable de jueces y hombres de Estado de buena fe.

Son estas reflexiones las que nos hacen pensar, no en una declaratoria de guerra total, sino más bien en procesos integrales que contemplen la dimensión humana, la capacidad de arrepentimiento, la esperanza de que en el fondo del túnel podemos encontrar una lucecita. Pensar en que no es descabellado que poco a poco, con decisión, podemos correr la cerca y ganar el territorio que nos han usurpado, en ir recuperando poder legítimo perdido. En Derecho suele decirse que es mejor un mal negocio a un buen pleito. No es necesario que vayamos a la guerra para saber de lo infructuosa que es.

 Mauricio Castaño. Bogotá.

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