Tuve la oportunidad de leer el informe que hicieron el día domingo 13 de junio respecto de la situación del Club Independiente Santa Fe y su eventual relación con personas al parecer dedicadas a actividades ilícitas; me ha generado una profunda preocupación la mención descontextualizada que del suscrito se hace, por lo que les ruego disponer las aclaraciones necesarias conforme las siguientes precisiones:
1. En el año 2003 tuve la oportunidad de adquirir algunos mínimos derechos (aportes) del Club, correspondiéndome un porcentaje minoritario en el universo de los derechos sociales, condición de socio o aportante que hoy aún ostento.
2. No me une ningún vínculo de amistad ni mucho menos relación comercial, profesional, laboral o de cualquier naturaleza con el señor Eduardo Méndez, razón por la cual mi vinculación al Club como aportante y luego como vocal de la junta directiva no proviene de ninguna circunstancia diferente a haber propuesto en el año 2006 mi nombre a la Asamblea General como candidato a ser miembro del Comité Ejecutivo.
3. Por dinámicas que nunca compartí en el funcionamiento del Comité Ejecutivo, solamente asumo real y físicamente el cargo de vocal en febrero del año 2007, una vez el señor Eduardo Méndez se entregara a las autoridades americanas en el curso de una investigación penal, ocupando el cargo de vocal hasta el segundo semestre de 2007.
4. Durante los años 2003, 2004, 2005 y 2006 no tuve intervención alguna en escenarios de decisión de la institución ni conocí sus manejos internos administrativos ni deportivos, pues nunca tuve cargo o posición alguna.
5. En el corto tiempo que ejercí como miembro del Comité Ejecutivo me dediqué a estudiar la institución y a proponer procesos de mejoramiento en lo administrativo y deportivo, propuestas que fueron atendidas por el presidente de entonces, Héctor Fabio Báez, varias de las cuales me permito sintetizar:
a. Sugerí hacer una depuración seria de la composición accionaria para determinar realmente la identidad de los aportantes.
b. Propuse efectuar una auditoría financiera integral desde el año 2003 hasta el año 2007, buscando determinar composición y manejos presupuestales, y saber a qué nos enfrentaríamos en ese inicio de año 2007, revisión que efectivamente se hizo y estudio que nos permitió saber que la situación era realmente deplorable, pues no existía dinero para administrar.
c. Con base en lo anterior, propuse al presidente y al Comité Ejecutivo no recibir un solo centavo de aporte salvo que derivara de publicidad demostrada o patrocinios acreditados.
d. Sugerí al Comité Ejecutivo de ese entonces una reestructuración integral que involucrara la democratización del Club mediante la transformación en sociedad anónima, la reingeniería de procesos internos y la máxima austeridad en lo deportivo.
e. Dejé el único reglamento de trabajo que en los más de 60 años de la entidad ha existido, aprobado por el Ministerio del Trabajo y, además, elaboré el primer Reglamento Disciplinario Deportivo.
5. En el mes de octubre de ese año 2007, luego de producirse una serie de decisiones del Comité que no compartí, presenté mi renuncia.
6. De octubre de 2007 en adelante nunca tuve la oportunidad de intervenir en nada administrativo ni deportivo, y regresé a ejercer mi rol de crítico deportivo, eso sí, siempre expresando mi sorpresa por todos los sucesos que en adelante se desarrollaron tales como designación de junta directiva, fortalecimiento económico y equivocado, a mi juicio, manejo sobre todo en divisiones menores.
Por todas estas razones, no es justo que publiquen un artículo en el que se deja en entredicho mi nombre uniéndolo a Eduardo Méndez y resaltando mi hoja de vida solamente para destacar mi paso por el DAS y la Fiscalía.
Les ruego encarecidamente se haga la aclaración respectiva destacando que mi vínculo con el equipo de fútbol no deriva sino de mi ocasional adquisición de derechos y como hincha.
Henry Arturo Cruz Vega. Bogotá.
Saramago, nuestras “memorias a cuestas”
Siempre recordaré la primera vez que leí a José Saramago. Fue en el entrañable y extrañado Magazín Dominical de El Espectador. Fue hace casi 30 años. En ese entonces Saramago no era conocido y el Nobel era algo impensable. Una tía, que estudiaba artes en Lisboa, también nos hablaba con frecuencia de Saramago: de sus “combates éticos” y de su fascinación por la historia. Luego, un par de meses después, mi madre me regaló el 3 de enero de 1985 El año de la muerte de Ricardo Reiss en portugués, un idioma nuevo para mí. Pasaron muchos años antes de que pudiera leerlo en su lengua. Gracias a esa novela, me interné en los universos intraliterarios del Nobel portugués fallecido el 18 de junio. Gracias a él, además, conocí al poeta Fernando Pessoa, quien ha marcado mi vida como nadie. A pesar de que he leído con gusto casi toda la obra de Saramago en estos 30 años, no dejo de evocar las sombras de ese Portugal tan amado por Saramago y no termino de navegar por los ecos dislocados de Pessoa y sus espectros.
No exagero cuando digo que Saramago es uno de los escritores contemporáneos más queridos por la gente. Sobre todo en América Latina. Siempre sus libros son muy bien recibidos. Siempre seguí de cerca su obra. Me acuerdo con tristeza cuando hace un par de años Saramago estuvo en Bogotá. Y digo con tristeza, porque fue tal la cantidad de gente que quiso oírlo, que yo fui una de las que se quedó por fuera. Esa tarde, en La Candelaria, le escribí una carta a Saramago. Una carta que ya nunca leerá. Allí le decía por qué sus novelas me habían cambiado la vida. Y ahora Saramago se ha despegado de esta vida terrenal, vivida con intensidad. Fue un hombre de grandes convicciones, aferrado a unas ideas de izquierda muy sólidas, a pesar de que estos tiempos parezcan ir en contravía. En sus cuadernos en internet, Saramago escribió hace un par de semanas: “Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte”. Ese epitafio antes-de-la-hora es una proclama en la que muchos creemos. ¡Gracias Saramago por tus letras y tu imaginación!
Mireya Martínez. Bogotá.
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