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Del Instituto Caro y Cuervo

Columnistas elespectador.com

30 de junio de 2009 - 08:32 p. m.

Quiero hacer referencia a la carta enviada desde Ciudad de México por el señor Salomón Cuenca y aparecida en elespectador.com el 10 de mayo del presente año.

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Ante todo, agradezco al señor Cuenca los favorables términos en que se refiere a la prestigiosa institución que me honra dirigir, sobre todo en momentos en que algunos enemigos solapados de mi gestión —y, al parecer, de toda gestión posible— han intentado en vano orquestar una campaña de desprestigio basada en inexactitudes, por no decir calumnias.

A mí misma y a todos los funcionarios genuinamente comprometidos con el Instituto Caro y Cuervo nos alegra y estimula a seguir adelante con esta modernización-resurrección saber que, dentro y fuera del país, hay personas que aprecian en lo que vale y lo que significa este patrimonio cultural, inequiparable a cualquier otro en el mundo. Es el indestructible legado de nuestros “muy inteligentes antepasados” para los colombianos cultos y sensibles de hoy y mañana, y la prueba fehaciente de que, en medio del materialismo rampante y la brutalidad fratricida que nos han asolado a lo largo de toda nuestra historia —aunque jamás con la sevicia de hoy—, el de Colombia es, definitivamente, un pueblo culto.

Gracias, de verdad, a todas las personas que quieren al Instituto; su apoyo y su ayuda son indispensables y absolutamente bienvenidos. Permítaseme aprovechar para decirles a todos mis compatriotas que las puertas del Caro y Cuervo siempre están abiertas para que todos se asomen al maravilloso mundo de nuestras lenguas —pues no sólo se trata del español, sino también de nuestras lenguas indígenas y criollas, de las dos lenguas de nuestros gitanos y de la lengua de señas de nuestros sordomudos (que es, específicamente, la lengua de señas de Colombia, no de otro país)— y, por ahí derecho, ingresen al nutricio y fértil universo de nuestra identidad.

 Genoveva Iriarte Esguerra, directora general del Instituto Caro y Cuervo.

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Festividades

Está visto que en los países altamente desarrollados es en donde se celebran menos festividades a lo largo del año, se limitan quizás a tres o cuatro fechas de alguna importancia; pero en general la política de esas naciones industrializadas es la productividad y la elevación de los estándares de vida de su población.

Por estos lados acabamos de vivir tres puentes consecutivos en los que el comercio, la producción y otras actividades cesaron, y ello sumado a otra lista interminable de festivos, días cívicos y lunes de zapatero crean un panorama de estancamiento y un mediocre crecimiento de nuestra economía.

Ahora que están de moda los referendos, valdría la pena consultarle al pueblo la conveniencia de suprimir tantos puentes y celebraciones, o si por el contrario seguimos de fiesta en fiesta.

 Juan Carlos Ussa. Cajicá.

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