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Un mes sin armas, así de sencillo, encierra la propuesta de los gobernadores, la Policía y el Gobierno. Busca la iniciativa reducir los altos índices de criminalidad en el país.
Este sano proyecto está lleno de bondades y sentimientos cristianos, del cual no puede estar ausente ningún buen colombiano, ningún hijo de este país en guerra desde hace más de cinco décadas.
La Iglesia, por ser un sector solidario y ejemplar, debe formar parte de la espléndida iniciativa, pues se trata de frenar la pérdida diaria de vidas.
Los colombianos, desde nuestra óptica, no debemos seguir matándonos los unos con los otros, permitiendo, dolorosamente, un injusto derramamiento de sangre, olvidando que la vida de un campesino vale tanto como la de un elitista, un dirigente político, un empresario o una personalidad del mundo intelectual.
Hay que estimular sin egoísmos la solidaridad en el buen sentido de la palabra, trabajando preferentemente por el dolor de los de abajo, es decir, de las personas víctimas de la guerra.
La atractiva propuesta partió del gobernador Eduardo Verano de la Rosa, uno de los mandatarios más populares por sus ímpetus cívicos demostrados desde la Gobernación del Atlántico; entre tanto, en poblaciones apartadas de la patria, desde la Costa Pacífica hasta La Guajira, cada ciudadano tiene, en nuestro entender, la ineludible obligación de propender por el desarme de sus habitantes, no sólo en diciembre, sino para siempre.
La Fiscalía, por otra parte, según El Espectador del 9 de diciembre, reveló cifras significativas sobre la situación de guerra de los colombianos: 155.997 asesinatos cometidos por grupos ilegales en los últimos 20 años. 4.310 crímenes imputados a 158 paramilitares desmovilizados, 860 masacres de las autodefensas documentadas en las versiones libres de los jefes paramilitares, 48.500 menores de edad reclutados y 216 militares investigados por vínculos con grupos ilegales.
Estremecedoras estadísticas sobre hechos bélicos en Colombia protagonizados por gentes desalmadas y sin escrúpulos ni sentimientos, a quienes poco importan sus congéneres. Por las anteriores consideraciones damos la bienvenida a la campaña de varios entes gubernamentales de un mes sin armas en señal de paz y sosiego.
Las armas son el instrumento bélico destructor de la sociedad y un negocio fructífero para muchos gobiernos del mundo.
Alejandro Mieles Trespalacios. Bogotá.
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