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El problema, como algunos creen, no es Álvaro Uribe.
El problema lo constituye, en primera instancia, una clase política corrupta que ha encontrado en el Primer Mandatario a un aliado ideal. El escándalo que originó la primera reelección presidencial parece no haber dejado enseñanzas: las irregularidades siguen siendo las mismas y las prebendas que llevaron a Yidis y a Teodolindo a cárcel debieron aumentar considerablemente en esta oportunidad, porque nada puede explicar mejor la decisión tomada casi por unanimidad por un Congreso que, desde hace muchos años, dejó de ser una verdadera representación del pueblo que lo eligió.
Lo anterior quizá pueda explicar también la preocupación de las Cortes por un tema tan delicado como es la modificación por segunda vez de la Constitución Nacional para darle vía libre a una segunda reelección que mantendría en el poder al primer mandatario. Esto puede resultar, según algunos constitucionalistas, un cuchillo de doble filo para la democracia, pues lo que se está alterando son las reglas del juego político que permite, como en toda verdadera democracia, la alternatividad del poder en la dirección de los destinos de un país.
Joaquín Robles Zabala. Cartagena.
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