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El invierno más largo

En mi jardín hay un cerezo que yo planté hace varios años. El árbol no es muy atractivo y la mayor parte del año no hace nada excepto crecer silenciosamente. Pero una vez al año, durante una o dos semanas, produce una constelación de pequeñas flores rosadas que rejuvenecen el alma.

Daniel Mermelstein

27 de febrero de 2010 - 06:00 p. m.
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La corta exuberancia del cerezo es para mí la señal de que por fin ha terminado otro invierno y ha llegado la primavera.

Este año estoy mirando mi cerezo con más ansiedad que nunca. ¿Cuándo, cuándo se acabará este invierno más largo? Hace poco leí en un periódico que este enero fue el más frío de los últimos 25 años. Como yo llegué a Inglaterra hace 23, ahora sé que oficialmente nunca en mi vida he pasado tanto frío.

Pero el reconocimiento estadístico de mi desazón no me hace sentir mejor.

Aquí en Inglaterra no se ven bien los excesos, ni de talante ni de temperatura. Como la gente, el clima tiende a ser por lo general razonable. A pesar de que Londres está a la misma latitud que Kiev y más al norte que Nueva York y Washington, aquí los inviernos (y los veranos) son moderados gracias a la famosa corriente del Golfo, con sus vientos cálidos procedentes del Caribe. Es tan inusual ver nieve en Londres que todos los años la posibilidad de una “navidad blanca” es motivo de especulación y hasta apuestas.

Este año, sin embargo, hemos tenido día tras día de nieve y temperaturas bajo cero.

El resultado ha sido el caos. Colegios cerrados, días de trabajo perdidos, transporte público paralizado. Se acabó la arena que usan para despejar las calles y se dañaron los camiones que la esparcen. Hasta el supermoderno tren bajo el Canal de la Mancha tuvo una avería tan grave debido al frío extremo que centenares de pasajeros estuvieron toda una noche atrapados en el túnel. Mis hijas, que aman la nieve por novedosa, ya están hartas de trineos y hombres de nieve en el jardín.

Cuando parece que ya estamos al otro lado y las temperaturas comienzan a subir, otra racha helada viene de la estepa rusa, los días amanecen congelados y la lluvia se convierte de nuevo en nieve. El calentamiento global, en esta esquina del globo, nos está trayendo paradójicamente inviernos más extremos. Los británicos aman hablar sobre el clima, y este invierno han tenido tema de sobra.

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Las casas inglesas tampoco están hechas para estos excesos. La mía, construida en los años veinte cuando a nadie le importaba su huella de carbono, es casi imposible de calentar si la temperatura baja de cero grados. La cuenta del gas va a ser de campeonato. Yo ya tengo un detallado mapa mental de todas las puertas y ventanas que tengo que arreglar antes del próximo invierno. Pero por ahora no hay más remedio que esperar a que florezca el cerezo de mi jardín y se termine este invierno más largo.

*Periodista colombiano radicado en Londres

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Por Daniel Mermelstein

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