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El país de los sapos

Columnistas elespectador.com

28 de enero de 2010 - 09:19 p. m.

Cuando los ciudadanos tienen conciencia de sus deberes y derechos, actúan de acuerdo con su ética y moral.

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Si ven que alguien está cometiendo un delito, sencillamente van y lo delatan; si creen que alguien está actuando mal, tratan de convencerlo de que cambie de opinión o actuar.

No hay nada más bajo e inmoral que una persona ejerza su deber ético por el simple hecho de que le están pagando; además, el dinero lo único que motiva a la persona es a encontrar hechos delictuosos que delatar. Como en los falsos positivos: los militares necesitaban guerrilleros muertos que contar, así que había que conseguirlos como fuera. Con el dinero todo se pervierte, como en el cuento de la madre que le decía a su hijo: hijo, consigue dinero honradamente, pero si no puedes, consigue dinero…

La juventud es una etapa en que el ser humano está en transición a la suficiente madurez para tomar sus propias determinaciones y opiniones; se está preparando para la vida, ese es su deber y lo único que les debe preocupar, prepararse para ser alguien en la vida.

Pervertir a esta juventud para que tome partido es una aberración.

Convertir a ingenuos estudiantes en sapos profesionales es otro escalón que descendemos de los que faltan para que caigamos en la completa polarización de la que se sirven aquellos que todo lo ven entre blanco y negro, o estás conmigo o estás contra mí, no hay matices.

Por esta vía son muchos los que aprovecharán para quitarse incómodos problemas. El ser humano es así, aprovecha cualquier oportunidad. Máxime en una sociedad en que todo se vende. Desde el Congreso que vende sus votos para aprobar una ley, se compra y se vende todo; para poder acceder a un contrato con el Estado, hay que pagar; para agilizar un tramite burocrático, en fin, todo es dinero, así que ¿quién puede garantizar que los tales sapos acusen a verdaderos delincuentes?

Lo importante es la noticia, que es la que deja imagen: “El Gobierno, gracias a la colaboración ciudadana, atrapó una peligrosa banda de criminales guerrilleros”, como aquella que atraparon días después del asesinato de Galán, cuyos miembros tuvieron que pasar muchos años en la cárcel antes de que se declarara que eran inocentes.

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Todos los gobiernos de corte dictatorial basan su seguridad en este tipo de redes, pues antes que mantener a los ciudadanos contentos, que es muy costoso, prefieren mantenerlos atemorizados. Para ello crean este tipo de políticas, para que los opositores al régimen se guarden sus opiniones y dejen que el statu quo siga imperando como si no pasara nada.

¿Por qué esa insistencia en seguir creando un país de sapos y no un país de sabios, sanos y alegres ciudadanos?

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 Eduardo Ruiz Blanco. Bogotá.

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