En la terminología de la economía se suele confundir los términos que titula esta nota. Desde hace tiempo el crecimiento económico se ha tomado como modelo para determinar si un país se desarrolla o no. Y el PIB, como sinónimo del crecimiento económico, sólo toma cifras estadísticas que están lejos de mostrar la realidad, ya que en muchas ocasiones son incoherentes, por no decir que sesgadas.
A este respecto, El Espectador publicó recientemente un artículo de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía de 2001, con el título: “El fetichismo del PIB”. En uno de los apartes dice: “El gran interrogante es saber si el PIB ofrece una buena medición de los niveles de vida (...) el PIB puede empeorar los niveles de vida, pues generalmente se concentra en el ingreso de unos pocos en desventaja de la mayoría”.
Luego, pone de presente la incoherencia de las cifras, lo cual hace recordar un libro de André Piater (Statistique), quien daba las siguientes definiciones chistosas de las estadísticas: “Hay tres maneras de mentir: la mentira común, la mentira reprobable y la estadística”; “Las cifras dicen siempre aquello que desea el hombre hábil, que sabe jugar” y ”La estadística es el arte de precisar lo que se ignora”.
Volviendo al tema, hay que tener en cuenta que la producción anual de un país también se mide mediante el ingreso nacional y el gasto nacional. El primero, sumando la remuneración de los factores productivos: salarios, rentas, intereses, dividendos y utilidades. El segundo (gasto nacional) o demanda agregada se obtiene contabilizando el consumo de los individuos, las empresas y el gobierno, y lo que no se consume es el ahorro total que con posterioridad se convierte en la inversión total.
Con los indicadores macroeconómicos anteriores es como se logra descifrar mejor el comportamiento de la economía para establecer los correctivos necesarios que conduzcan a la elaboración de verdaderos planes de desarrollo económico y social.
Jesús Antonio Munar Orjuela. Girardot.
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