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El riesgo delmetro bogotano

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Columnistas elespectador.com
20 de mayo de 2010 - 02:23 a. m.
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“Sería una irresponsabilidad no hacer el metro”, afirmó la administración de Bogotá en pasada entrevista.

El serio riesgo es convertir el metro en la pesadilla de la ciudad y llevar a un nivel crítico el problema de la movilidad si la administración empuja el proyecto en las condiciones en que está. Sería razonable considerar un antecedente: los ferrocarriles. El país hizo un esfuerzo salvaje para dotarse de esa costosa infraestructura, sobre la cual nadie tuvo la menor duda de su necesidad y terminó perdiéndola. No porque fuera inocua, sino porque no se supo administrarla. Con esa pérdida, el país dejó esfumar uno de sus grandes patrimonios sin que los administradores respondieran ni parpadearan. El metro tiene ese riesgo encima. Bogotá puede repetir la historia.

El problema no es si queremos metro, o si la ciudad lo necesita. No se trata de tomarle el pulso a la necesidad, sino de tomarle el pulso a la capacidad. El punto es prever si las administraciones son capaces de preparar la ciudad para el tamaño y complejidad de la operación, si son capaces de diseñar, financiar y construir el sistema, gestionarlo y volverlo sostenible. Adecuar la ciudad no es abrir el hueco y hacer la obra pública, problema por sí solo complicado. Los 12 km de adecuación de los carriles de la 26, por imprevisión, ya han colapsado en un año parte de la movilidad. Los 25 km del metro, que durarán como mínimo un quinquenio, si no una década, son una bomba. Las previsiones sobre la dimensión total del sistema, lo que unirá para hacer eficaz la movilidad de Bogotá y la región, su ensamble con el sistema intermodal, el cálculo y costo de la “inmovilidad” que por años generará la operación, además de los requerimientos técnicos y financieros que se derivan de introducir un sistema de éstos en el suelo y el subsuelo bogotano, no están claros. Las previsiones sólo cubren el trazado de la primera línea, sobre la cual ya llueven cántaros de incertidumbres. Además, no se ha vuelto a hacer visible la comparación entre el metro y otros sistemas. Comparación que no debe reducirse al costo del kilómetro por modalidad y al volumen de pasajeros por hora. Es apenas razonable tener claros y comparados requerimientos, impactos y beneficios, traducido todo a costos, entre sistemas de metros pesados, o alternativos, como un sistema de tranvías o trenes ligeros, y las troncales tipo Transmilenio. La ciudad debe tener claro qué piano se puede echar a las costillas. El otro riesgo enorme es el metro electoral. Las elecciones, como el papel, aguantan todo. La ciudad no. Lo irresponsable puede ser echar a andar los contratos sin las previsiones requeridas, error que ya se cometió en la calle 26.

 Juan Carlos del Castillo. Bogotá.

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