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¡El tramposo fracasa!

Columnistas elespectador.com

05 de julio de 2010 - 07:31 p. m.

Varias discusiones despierta el fútbol. Mariano Grondona, en La Nación de Buenos Aires, reflexiona sobre el gran valor de reunión que tiene el fútbol enalteciéndolo por encima de la guerra que también reúne, pero para matar.

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Humberto de la Calle, en El Espectador, elabora un interesante balance entre el juego del fútbol y el juego social, mostrando que el deporte ayuda a preservar valores esenciales de la convivencia.

Escasean, sin embargo, reflexiones serias sobre las dificultades que enfrenta la Fifa para premiar a quien hace un gol legítimo y sancionar al tramposo, al tiempo que el gol se presenta como el único y gran propósito del juego. Se destaca por sospechosa, cuando menos, la tesis del presidente de la Fifa, según la cual, las dudas en la definición del gol forman parte del juego y les dan trabajo a los periodistas. Ahora resulta que en un mundo aporreado por el narcotráfico, el tráfico de armas y las guerras racistas, hacerle trampa al equipo goleador en el fútbol resulte para los obispos de la Fifa ¡uno de sus grandes atractivos!

No faltaba sino que el juego que mueve grandes masas y concita millonarias voluntades, termine estimulando a la peor manera orwelliana en la que aciertan los fracasados, los tramposos, los “vivos”. Afortunadamente, la torpeza de Blatter y sus amigos no ha podido impedir que los “maradonas” que se pasearon por el mundo hablando de sus trampas en el fútbol acaben de aprender que un gol hecho con la mano a Inglaterra no podrá borrar los cuatro que les acaba de hacer el equipo alemán a los argentinos, a la manera de un equipo triunfador que surge, lógicamente, de las entrañas de una sociedad triunfadora. ¡El virtuoso triunfa!

 Bernardo Congote.  Bogotá.

Adiós a las armas

Que las armas violentas no matan a las personas, sino que son las personas las que matan a las personas, es el sofisma con que el congresista republicano Dennis Baxley (El Espectador, 30-06-2007) defiende la Ley Pro Armas. Un hombre inerme, difícilmente puede quitarle la vida a otro, cuando más lo puede lesionar, sin mayor incidencia. La realidad de su país es bien diferente, basta mirar retrospectivamente lo que allí sucede con las universidades, nervio vital de la sociedad: con sendas armas, estudiantes ocasionaron en sus aulas entre 1966 y 2007 ocho masacres, la más grave la del 17 de abril de este año, donde murieron 32 universitarios. Su expendio es tan libre allí, como entre nosotros el de libros.

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 Jorge Arbeláez Manrique. Medellín.

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