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No hay duda de que detrás de este nuevo ataque a la gestión de Judit Pinedo está el brazo largo y siniestro de la corruptela política, compuesta por un grupito de abogados, un senador de la República cuyo nombre el país conoce, un ex alcalde de Cartagena que hoy está siendo juzgado por vender tierras del Estado como si fueran suyas y un pupilo de este último que resultó damnificado con el triunfo inesperado de Mariamulata.
Desde entonces, estos señores que no conocen de moral ni de ética, que sólo les interesa el pueblo que está más allá del cerco amurallado durante las campañas electorales y la jornada de votación, no han escatimado tiempo ni recursos de toda índole para tumbarla. Judit Pinedo se ha convertido, desde el primer día de su gestión, en la guardiana de los recaudos de la ciudad. Esto ha molestado a muchos manilargas, que en las administraciones pasadas convirtieron la Alcaldía en un botín de recursos particulares, donde el cartagenero de a pie no tenía acceso a los beneficios que el distrito tiene derecho de brindarles a sus ciudadanos.
Hoy, gracias a la gestión transparente de Pinedo, en Cartagena se respira un aire administrativo más puro, donde el pueblo ha tenido participación. Ésta se ha visto reflejada en los múltiples programas de salud, educacionales y culturales que, desde la Alcaldía, se llevan a cabo. Las barriadas que conforman la zona suroriental, una de las más pobres y abandonadas de la ciudad, han recibido los beneficios de esta iniciativa. Las campañas de salud, en particular, han beneficiado a cientos de mujeres embarazadas que no tenían acceso a un médico durante el período de gestación. Lo mismo podríamos decir de la campaña de los comedores infantiles, que busca que una nueva generación de cartageneros crezca libre de desnutrición y analfabetismo.
En el ámbito cultural, la ciudad ha venido convirtiéndose en una de las abanderadas del país. El rescate del Teatro Heredia, hoy rebautizado con el nombre de Adolfo Mejía, en honor al destacado músico colombiano, ha abierto sus puertas a la otra Cartagena, aquella que no aparece en las postales ni es visitada por los turistas que a diario llegan a sumergirse en las azules y cálidas aguas del Caribe.
No hay duda de que todavía falta mucho por hacer. No hay duda de que el desempleo y la miseria siguen siendo los lunares de esta ciudad que, durante larguísimos años, fue dirigida por mandatarios inescrupulosos. Pero tampoco debe quedarnos duda que durante la administración de Mariamulata, la ciudad ha recobrado espacios que nunca debieron perderse.
Joaquín Robles Zabala. Cartagena.
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