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A propósito de la columna del profesor Tulio Elí Chinchilla publicada el viernes 9, titulada “Iglesias repletas”, por fin un columnista de El Espectador se atreve a plantear la cuestión del carácter laico del Estado colombiano en clave armónica (y no opuesta) con las creencias religiosas, saliéndose con ello —y al costo de la reiteración beligerante de los habituales prejuicios— de la larga fila de quienes sólo entienden dicho modelo desde categorías laicistas y excluyentes.
Las preguntas que plantea el columnista son de la mayor importancia para el debate público colombiano: “¿Por qué no valorar esta exacerbación de lo sacro y trascendente del ser humano como una forma de riqueza espiritual y cultural? ¿No podrá ser saludada esta renovada religiosidad como un ingrediente valioso en la construcción de convivencia armónica y cooperación solidaria?”. Una sociedad carente de cualquier referencia religiosa, ya sea cultural o consuetudinaria, es un objetivo de ciertas élites intelectuales y políticas. Pero dista mucho de la realidad.
Iván Garzón Vallejo. Profesor Universidad de la Sabana .
De los seguidores de Mockus...
Mockus y su vice han mostrado al país y al mundo una nueva forma de hacer política: la decencia. Tenemos razones para no dudar de su honestidad y de su eficiencia. Solamente me preocupan los columnistas que los están impulsando. Son los mismos que han despotricado de la Seguridad Democrática, que muestran su angustia cuando nuestras fuerzas armadas y de policía asestan duros golpes al narcoterrorismo, que llaman a las Farc y al Eln la “insurgencia”, tratando de disimular así la guerra implacable que estos bandidos han hecho a la población civil, que han “aconsejado” ceder ante las amenazas del dictador Chávez, que todavía no reconocen el fracaso del comunismo y que hacen lo posible por desacreditar la democracia.
Patricia López G. Manizales.
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