Convendría que, de vez en cuando por lo menos, columnistas como Fernando Carrillo (el Cohn Bendit colombiano, con todos sus desaciertos. Pasando de ser “líder” estudiantil a yuppi de la tecnocracia internacional) leyeran El Espectador y no sólo sus propias columnas.
Me refiero en esta ocasión a varias noticias publicadas por este diario sobre el auge de las extremas derechas en Europa. Sin embargo, dice Carrillo en su columna del pasado miércoles 17 de junio: “La construcción de la Europa social liquidó las divisiones entre izquierda y derecha”. Entonces, ¿no hay diferencias entre izquierda y derecha? ¿Y los enemigos están sólo a la izquierda, señor Carrillo?
En otra nota reciente, del domingo pasado sobre la censura de Sarkozy a un artista colombiano, veíamos cómo en las marchas “antisarko” en Francia se suelen usar pancartas que asocian al presidente francés con el líder del Frente Nacional, el ultraderechista Le Pen. Pero según Carrillo, eso no es importante. En los últimos días leemos notas como “un grupo de extrema derecha en Inglaterra” y el “retorno” de las rondas negras en Italia. Tienen en común ambos grupos su odio racial y su biopolítica segregacionista. Tienen ese fervor por un cierto pasado glorioso de sus pueblos que los lleva, como ya lo vimos a principios del siglo XX a creerse superiores a los demás.
Creo que se suele subestimar el poder y los alcances de la extrema derecha. El 59% de abstención electoral en las elecciones europeas no es consuelo. Al contrario, pues hay que recordar que la extrema derecha siempre se ha nutrido del hipernacionalismo que choca justamente contra la idea de una Europa unida (que “altere” las particularidades del queso francés, el jamón serrano, la cerveza alemana y el té inglés). Y nosotros, aquí en Colombia, con nuestra “Colombia es pasión” no estamos tan lejos.
Alberto Ruiz Tagle. Popayán.
Crisis institucional
Permítame referirme al editorial titulado “En busca del buen juicio de nuestros líderes” (14-06-09), donde se plantean válidas reflexiones sobre la grave crisis institucional que amenaza al país.
Coincido plenamente con cada uno de sus argumentos, tal como lo advertí el 15 de septiembre de 2008, cuando en mi condición de simple ciudadano dirigí sendas cartas a los presidentes de la República, de la Corte Suprema de Justicia, del Congreso de la República y al cardenal Monseñor Rubiano solicitándoles que asumieran con criterio patriótico las responsabilidades de sus cargos y aceptaran una urgente reunión para que en diálogo abierto y franco buscaran no sólo conjurar la eventual crisis institucional que ya se preveía, sino fortalecer el ordenamiento jurídico y la unidad de la Nación.
La perturbadora y preocupante escalada de acciones y declaraciones recíprocas, no ajena a las descalificaciones, aumentaron en intensidad y terminaron polarizando a la sociedad colombiana.
La presencia del relator de la ONU, que se temía entonces, se ha hecho realidad y no sólo se han profundizado las diferencias internas, sino que como lo vimos durante la reciente visita del presidente Uribe a Canadá, la imagen internacional de Colombia está siendo afectada, mientras el país entero observa impasible cómo se resquebraja la institucionalidad.
Alfonso Angarita Baracaldo. Ex senador de la República.
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