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"Este es un espacio para la construcción de ideas y la generación de opinión. Este espacio busca crear un foro constructivo de convivencia y reflexión, no un escenario de ataques al pensamiento contrario".
Me tomé la libertad de colocar, a manera de epígrafe para esta carta, la observación que abre el blog de reacciones a las columnas de opinión de El Espectador, para señalar que es muy buena la intención, pero que poco se puede hacer cuando son los mismos columnistas quienes, amparados en la libertad de prensa y opinión, y armados de su facilidad de engañar con las palabras, utilizan las páginas de tan prestigioso diario para hacer todo lo contrario de lo que se pide a los lectores: ultrajar a las personas y colectivos que consideran sus contrarios, descalificar con arrogante burla las iniciativas que no son de su agrado, destruir cualquier posible espacio de convivencia, estigmatizar y estimular el odio entre los colombianos y la pretendida “lucha de clases”, que tanta sangre y sufrimiento le han costado a nuestro país.
Me refiero a la columna “La vacatón”, del señor Alfredo Molano, publicada en la edición del 9 de octubre, en donde la emprende contra la iniciativa de la Fundación Colombia Ganadera (Fundagán), de convocar la solidaridad de los colombianos para donar vacas preñadas a familias pobres campesinas, con el compromiso de entregar la primera cría a otras familias en similares condiciones de pobreza, habilitando un espacio para generar solidaridad en cadena, emprendimiento y construcción de tejido social en el campo.
Tan absurda reacción, de ridiculizar, de descalificar y de tender, incluso, un manto de duda sobre las intenciones y la transparencia del programa “Una vaca por la paz”, no sólo hiere el sentimiento de los 500.000 productores que hacen de su actividad una oportunidad para generar riqueza y bienestar en sus entornos productivos, sino de todos los colombianos que nos apoyaron y que recibieron el programa como un aporte a la reconstrucción del tejido social en el campo y como un ejercicio que estimula la convivencia y genera solidaridad desde la ciudad hacia el campo.
Porque no fueron sólo los ganaderos quienes se hicieron presentes y apoyaron el programa “Una vaca por la paz”, que lanzamos en esa noche memorable del 30 de septiembre, cuando, además, celebramos el Día Nacional del Ganadero en la fecha en que José Raimundo Sojo Zambrano fuera asesinado por las Farc. Muchos otros colombianos, de otros sectores productivos y de otras tendencias de opinión, sin ninguna vinculación afectiva ni vivencial con el campo, le dieron el sí a este proyecto de solidaridad, que los medios difundieron con profusión, incluido El Espectador, que nos estimuló desde sus páginas a seguir adelante.
Por ello es lamentable —por decir lo menos— la actitud del señor Molano; aunque no extraña, dada su trayectoria de enemigo gratuito del gremio ganadero, al que no ha cesado de atacar y estigmatizar en sus muy vendidos escritos.
Los ganaderos no nos detenemos en actitudes tan mezquinas. Cuando hace cuatro años creamos la Fundación Colombia Ganadera, otro memorable 30 de septiembre, lo hicimos con ánimo constructivo, con la firme intención de “no mirar atrás, sino para honrar nuestro pasado, y de mirar adelante para construir nuestro futuro”, buscando identificar oportunidades para reconstruir el tejido social en el campo, para restañar heridas y construir espacios para la tolerancia y la convivencia.
Por eso, cerca de 30.000 niños en escuelas y ancianos en instituciones para la tercera edad reciben diariamente un vaso de leche o una porción de carne para disminuir sus necesidades frente a la dura prueba de subsistir en medio de la pobreza. Por eso, con el proyecto “Carne para ti”, estamos distribuyendo carne de bajo precio y excelente calidad de procesamiento en comunidades marginales de las grandes ciudades.
Por todo ello, la gran cena “Una vaca por la paz” no fue una acción de asilada filantropía y, menos aún, una de francachela del sector ganadero, como se atreve a calificarla el señor Molano en su arrogancia, sino un acto de solidaridad efectiva, por parte de quienes todavía creemos que es posible la convivencia en nuestro país, y preferimos las acciones que construyen y los mensajes de esperanza, a los dardos incendiarios y la incitación al odio entre los colombianos.
Se me antoja que esa reiterada y tendenciosa invocación del señor Molano sobre el proyecto de ley de tierras es una advertencia sobre los inmensos riesgos de un proyecto de esta naturaleza, el cual, por supuesto apoyamos, dotado de los mecanismos que garanticen el derecho de los legítimamente despojados, pero también el de los legítimos propietarios. De no ser así, la meritoria intención de restituirles la tierra a quienes la perdieron a mano de los violentos podrá ser “volteada” por la temeraria intencionalidad de algunos sectores y formadores de opinión, de aprovechar la iniciativa para crear conflictos donde no los hay, para encender pasiones violentas y para instigar “la lucha por la tierra”, proscribiendo y persiguiendo la legítima propiedad y las posibilidades de competitividad de la producción agropecuaria.
Los ganaderos estamos cansados de la estigmatización. Hemos sido las primeras y más numerosas víctimas de la violencia de todos los orígenes. Más de 3.000 asesinatos y secuestros fueron denunciados por Fundagán en la publicación que denominamos “Acabar con el olvido”, sin que haya habido respuesta alguna por parte de la Fiscalía ni de la Procuraduría, como si fuéramos “víctimas de segunda clase”. Mientras tanto, aquellos “deformadores de opinión” que se precian de defensores de los derechos humanos y de las víctimas en Colombia, venden sus publicaciones monstrándonos como victimarios y ladinos usurpadores, con lo cual sirven a sus mezquinos intereses y alimentan el odio entre los colombianos en los escenarios que las sociedad les ofrece.
José Félix Lafaurie. Presidente ejecutivo de Fedegán.Montevideo, Uruguay.
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