Después de ver finalmente en qué paró la historia de las dos reinas (Diana Salgado y Catalina Robayo) escogidas para representar al mismo departamento (Valle), lo único que me quedan son interrogantes.
En primer lugar, me parece inaudito que la justicia tome parte de su valioso tiempo para resolver problemas como éstos, cuando hay millones de personas en Colombia que esperan largos meses y hasta varios años para recibir una respuesta a peticiones mucho más serias y trascendentales.
Al ver las imágenes en la televisión y las fotografías en la prensa no se sabe cuál de los tres protagonistas de esta “tragedia” es más patético: si Raimundo Angulo, quien con su voz temblorosa y sus ojos perdidos en los rabos de las niñas defiende a una candidata y después a la otra para ser lo más politically correct y no meterse en problemas con nadie; si la pobre señorita del Valle 2 (Catalina Robayo), quien tendrá que irse del reinado después de haber disfrutado de esta “corta pero inolvidable experiencia” y quien se ganó (como premio de consolación) la invitación pagada por el hotel Hilton y por Angulo para quedarse hasta el día de la premiación y poder ver “el reinado desde otro punto de vista”; o si la otra, la señorita del Valle 1 (Diana Salgado), la “verdadera”, a quien sacaron del reinado por gorda, ganó la tutela y hoy vuelve al ruedo con más fuerza y con más caderas. Hips don’t lie.
Trato de buscar razones que me convenzan de por qué los reinados son algo positivo y constructivo para el país. ¿Para qué sirven los reinados? ¿Para qué sirven las reinas? ¿Exaltar la belleza nacional? ¿Crear amistades verdaderas entre mujeres hermosas? ¿Incrementar el turismo en Cartagena? ¿Construir un mundo y un país mejor? ¿Alguien sabe qué hace una reina de belleza durante un año? Y aun peor, ¿a qué se dedicará Raimundo durante ese mismo período de tiempo?
Ana María Durán. París.
La corrupción de antes
Después de diarios atracos al erario, apareció Agro Ingreso Seguro para pagar con abundancia reelecciones a amigos millonarios y aspirar cínicamente a ser Presidente. A este fondo de mendicidad descendió el Partido Conservador, que obligó a renunciar por indignidad, al presidente, también conservador y antioqueño, Marco Fidel Suárez; el hijo único de humilde lavandera, meritorio ejemplo de superación y honradez, por conseguir unos pocos pesos prestados, que su sueldo no alcanzaba a cubrir en esa urgencia.
Pobre patria, gobernada por este contubernio de corrupción.
Isaac Vargas Córdoba. Florencia.
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