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Historia espectáculo

Columnistas elespectador.com

25 de julio de 2010 - 10:00 p. m.

A las varias modalidades de hacer historia (escrita en minúscula), tendría que sumársele la del espectáculo.

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Sucede por estos días con la celebración del Bicentenario, de lo que se conoce como la Independencia de Colombia de la otrora Corona Española. Antes no se había visto tanto despliegue y pompa para un hito histórico, cuando más no se pasaba de una insípida declaración del Gobierno Nacional, en donde se obligaba a que cada familia en su propia casa izara la bandera tricolor. Y en los establecimientos públicos de enseñanza básica y secundaria los escolares eran a su vez “obligados” a asistir a conmemoraciones de eventos patrios. En suma, la historia no pasaba de ser una conmemoración obligada y aburrida.

Por estos días el Gobierno ha liderado un festejo con un halo de sentimiento patrio, muy propio de lo que se ha despertado durante estos últimos ocho años. Un sentimiento que no va más allá de alzar una muralla que contenga el accionar guerrillero. La explicación es simple, las guerrillas colombianas durante las últimas décadas han servido como una especie de chivo expiatorio, a la cual se le atribuyen casi todos los males que padece este país. Muchas veces con razón, otras tantas sin ella. Para la muestra un botón que ofrece un reciente estudio del DAS, en el cual se le atribuye el 60% del manejo de la extorsión a la delincuencia común (bajo el tinglado de la mafia), mientras el 25% les correspondería a las guerrillas de las Farc.

Si sacáramos este tipo de celebración utilitarista por el poder de turno y se hiciera un balance de los logros, no tanto de los triunfos de los poderes instalados o de los prohombres, sino más bien de avances en términos sociales, tendríamos que los héroes quedarían reducidos a un segundo plano.

Las trasformaciones culturales son lentas y no se dan por decreto. Un ejemplo del siglo veinte, y que tiene que ver con la ganancia social en términos de la capacidad adquisitiva, es que para 1950 el uso de los pies calzados, antes artículo de lujo, se había extendido.

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Es propio del poder y de quienes lo agencian construir historias cuyos protagonistas son los hombres que se cree merecen ser mostrados. Un obrero nunca llegará a ser un héroe del inmenso edificio que sus manos moldearon, mientras el arquitecto y el ingeniero pueden llegar a serlo. El poder y la gloria o los deseos de triunfo están hermanados. Lo cierto es que el conjunto social empuja su propio designio, no importa que sean unos cuantos quienes ganen indulgencias con los padres nuestros ajenos.

 Mauricio Castaño H.  Bogotá.

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