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Columnistas elespectador.com

11 de febrero de 2010 - 08:40 p. m.

Soy lector de tan prestigioso diario desde el año 1985, año en que arribé a esta ciudad, buscando como todos, el sueño bogotano.

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Recuerdo con especial afecto a sus directivos recientemente fallecidos y a periodistas como José Salgar, Silvia Galvis, Manuel Drezner, Guillermo García, entre otros que entregaron su talento y vocación a su casa editorial.

Con extrañeza, observé en su pasada edición del 2 de febrero del año en curso, en razón a la imparcialidad y objetividad que los caracteriza, la entrevista con el embajador de Colombia en Italia, el político Sabas Pretelt de la Vega. El funcionario en mención resultó, como se esperaba, absuelto por el Procurador, aunque se mantiene sub iúdice en el proceso penal de la yidispolítica, actuación salpicada de inmoralidad y corrupción. Si bien se le presume inocente, es evidente su condición de gamonal político que ningún servicio le presta al país.

Justo y loable sería que en esa sección se entrevistara a Manuel Elkin Patarroyo, a una de las madres comunitarias, o en su defecto a una de las madres víctimas del Estado, en Soacha, por los “falsos positivos”, y, por qué no, a uno de los colombianos que heroicamente participaron en el rescate de las víctimas en Haití.

Respetable que entrevisten a los políticos, actrices y reinas de belleza pero, la verdad, es que son tantas y tan anónimas las personas que de manera honrada, y abnegada, verdaderamente le sirven a la Nación, que merecerían, de vez en cuando, alguna mención: servidores del Estado, de la comunidad, y no vividores, servidos de ella.

 Fabio César Hernández. Bogotá.

Dictadura

La dictadura es autoritarismo total. Feroz desbocada que en su loca y desaforada carrera va derribando majestuosas fachadas de nobles conciencias y suntuosos mojones de sana hermandad y complacidas convivencias. La dictadura torna a un pueblo en cárcel y los padres de la patria los verdugos, carceleros y guardianes de sus propios hijos. También son cementerios putrefactos de avanzados cerebros, como nítidas y brillantes voces perdidas tras las barreras de las amenazas y el terror. Pero aun es más peligroso cuando se llega al poder a estrenarse de dictador, sin parámetros ni fórmulas coherentes y con el convencimiento de que los límites no tienen límites. Ahí es donde la esquizofrenia llega de huésped y todo el que pise duro en nuestro alrededor lo consideramos  persecutor, espía y enemigo. Aunque existen democracias con matices de dictadura, aún quedan márgenes de solución. La dictadura son alas partidas. La democracia, nobles oportunidades.

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 Óscar I. Arismendy T. Medellín.

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