No sólo es promesa de presidente electo. Es una opinión generalizada. Tirios y troyanos predicamos acerca de lo perentorio que sería reformar el poder judicial con el fin de que la sociedad se beneficie de una justicia “rápida” e incluso “oportuna”, como añaden otros.
Lamentablemente para ellos, pero no para el poder judicial y la propia sociedad, ese propósito es inocuo e incluso contraproducente. Dado que la justicia es, por naturaleza, reactiva frente a los actos delincuenciales, desde el momento en que se ejecuta algún delito, ella llega tarde. Puede que existan rapidez y oportunidad en la fase policial de la justicia, pero ya sabemos a qué senDAS conducen esas “rapidez” y “oportunidad”. Lo anterior supone, por tanto, que quien se acoge a la justicia acepta que una de sus bondades sea precisamente la lentitud, y que, al producir un fallo, es entonces cuando actúa oportunamente. Nunca antes.
Bernardo Congote. Bogotá.
No más Obama
Después de leer la columna aparecida en El Espectador el día domingo 27 de junio y titulada “El arte de gobernar”, sólo cabe preguntarse en qué planeta vive su autor, William Ospina, quien no deja de poner por los aires al presidente norteamericano Barack Obama, al mismo individuo que, en noviembre de 2008, aún como candidato y ante la crisis financiera generada de manera irresponsable por las incontroladas organizaciones bancarias de su país, expresó que “no era momento de buscar responsables sino de colaborar”, adoptando así una postura indulgente y antiética a favor de los patrocinadores de su campaña; al que en su discurso de posesión como Presidente afirmó: “No vamos a pedir disculpas por nuestro estilo de vida”, hecho relevante que confirma que tampoco va a poner en tela de juicio la manera derrochadora y poco solidaria con que hasta ahora los norteamericanos han vivido como sociedad; al que, a propósito de las fraudulentas elecciones en Afganistán (que convenientemente mantuvieron en el poder a Hamid Karzai, títere corrupto del Imperio), no tardó en dar su aprobación a la reelección así conseguida, en tanto, por el contrario, se apresuró a condenar la de Ahmadineyad en Irán; al que sin rubor alguno reconoció las amañadas elecciones del 29 de noviembre de 2009 en Honduras, elecciones realizadas para lavar el golpe de Estado efectuado por las fuerzas militares entrenadas y pagadas por su propio gobierno; al que no dudó en aprobar la instalación de siete bases militares en territorio colombiano para así intimidar al lengüilargo Hugo Chávez; al que se ha hecho de la vista gorda con su promesa electorera de cerrar la terrible prisión de Guantánamo. En fin.
Gabriel Álvarez. Cali.
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