Es verdaderamente preocupante la denuncia que hizo en días pasados el editorial de El Espectador, con el título:
“¿Persistirá la captura del Estado?”, sobre la repetición de la intromisión de las mafias en la próxima campaña electoral para Senado y Cámara, a través de partidos como Convergencia Ciudadana, Colombia Democrática y Colombia Viva, a los que en la pasada campaña de 2006 les fueron comprobadas sus alianzas con paramilitares y narcotraficantes, y que ahora se mimetizan como camaleones en las “nuevas” colectividades bautizadas como Partido de Integración Nacional (PIN), Alianza Democrática Nacional (ADN) y DMG-Apertura Liberal.
Lo que algunos comentaristas de opinión aseguraban sobre las novedades de estas elecciones, en el sentido de que estarían libres de toda mancha, incontaminadas por el clientelismo, el dinero de la droga y de la parapolítica mafiosa, resultaron cálculos fallidos ante la evidencia de los hechos. Parece como si no existieran los órganos de control competentes que puedan detectar a tiempo este fenómeno, detenerlo y descargar sobre los responsables “todo el peso de la ley”.
Es inaudito e increíble que en plena vigencia y esplendor de la “seguridad democrática” reincidan los López Colorado y De la Espriella, en Córdoba; Los Vives y los Pinedo Vidal, en Magdalena, y los García Romero en Sucre, como Pedro por su casa, delegando en sus hermanos, familiares y allegados el control de la torta presupuestal, decididos a interponerse a como dé lugar al nacimiento y desarrollo de nuevas expresiones políticas.
Valiente la denuncia y lapidaria la conclusión: el Estado y la democracia colombiana vuelven a ser capturados por las manos sangrientas de los grupos ilegales que, por interpuestas personas, repetirán Cámara y Senado sin que aquí ocurra gran cosa o exista autoridad que reaccione.
Tiberio Gutiérrez. Medellín.
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