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El lote de la carrera 24 con calle 72, cuya fotografía aparece en la página 10 de la edición del jueves 19 de noviembre, está ligado a la historia del fútbol bogotano, por cuanto en los años 1930 a 1944, cuando aún no habían sido erigidos el estadio Nemesio Camacho (El Campín) ni el del campus de la Universidad Nacional, sólo existían dos con rústicas tribunas: el de la Merced de los Jesuitas y el de La Salle, del cual formaba parte el lote de la eterna discordia, objeto de la crónica.
En uno y otro se llevaron a cabo competencias internacionales, donde equipos aficionados de naciones vecinas, ayer como hoy, nos goleaban y también se enfrentaban a la protesta de las barras, aunque menos bravas que las de hoy. Por cortesía de los hermanos lasallistas, los colegiales de la época asistían a disfrutar de sus numerosas canchas de fútbol.
El predio, en juicio legal por su posesión entre la Beneficencia y un particular, está pintado para erigir un parque que beneficie a las numerosas familias que viven en su derredor y que carecen de espacios públicos para la recreación. Ojalá la Beneficencia de Cundinamarca, una vez lo recupere, como es de justicia, lo ceda o lo negocie con la Alcaldía Distrital y no con particulares. Sería grave falla permitir nuevas edificaciones en esa zona, con alto grado de contaminación y carente de espacios públicos.
Jorge Arbeláez Manrique. Bogotá.
Vergonzosa oposición
Qué doloroso y vergonzoso espectáculo ese de la moción de censura contra AIS y sus cerebros: el ex ministro y el ministro de Agricultura. El senador Robledo, quien indudablemente hizo un debate serio, de altura, con pruebas y argumentos irrefutables, quedó tendido en la lona, noqueado por la “cháchara barata” del Ministro, que en su defensa no hizo más que lanzar a los cuatro vientos la idea de que “como otros lo han hecho, él y el gobierno que representa también lo pueden hacer”: despilfarrar el dinero de todos y regalárselo, contra todo buen juicio y razón, a quienes no lo necesitan pero apoyan y apoyaron al régimen que tan generosamente los recompensa.
Que Cáceres hizo marrullas para que los que iban a votar la censura no pudieran hacerlo, sobra decirlo; pero que quienes debían votarlo, también las hicieron para dar la impresión de que los engañaron, también se da por descontado. A las 2 p.m., o las 4 p.m., o las 11 p.m., no importa la hora en que el presidente del Senado hubiera abierto la votación, el deber indeclinable e indelegable de los senadores era estar a esa hora en el sitio y no en otro o tratando de llegar a él. Pobre Colombia, un país en el que la izquierda es de derecha.
Medardo Bonilla Rubio. Ibagué.
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