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La misoginia histórica

Columnistas elespectador.com

24 de julio de 2010 - 11:00 p. m.

Todas las heroínas que, con firmeza de carácter y valentía, han participado en la formación de la historia son sistemáticamente denigradas por los misóginos, que piensan que el hombre debe liberarse de cualquier tipo de dependencia del género femenino, incluyendo el recuerdo de su papel histórico.

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A mí me llega al alma Manuelita Sáenz, que en infame artículo es denigrada por Ramiro Bejarano, en un gesto indiscutible de misoginia, que explica muchas de sus acciones.

Manuelita no sólo fue el gran amor de Bolívar, sino una luchadora insigne por la libertad de nuestra América. Tengo por ella una especial veneración, porque me recuerda a mi madre, Amparo Jaramillo de Gaitán, quien cumplió un papel importantísimo en el Movimiento Gaitanista, mientras que los biógrafos de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, sistemáticamente han denigrado de ella.

Herbert Braun, por ejemplo —tan alabado en los medios académicos— puso en el original de su libro, que escribió sobre mi padre, que mi mamá había vendido su cadáver, herejía contra la cual tuve que levantarme con vigor hasta que logré que suprimiera del libro semejante infamia, amenazándolo con llevarlo ante los tribunales. Sobra decir que los historiadores de academia se pusieron de parte de Braun, porque lo que prima en nuestro país es la “misoginia histórica”.

Y es que mi madre, el 9 de abril de 1948, tuvo un papel heroico que nadie ha querido reconocerle y que, por lo tanto, ha sido borrado del recuerdo colectivo.

La entonces reconocida figura política de Alfonso Araújo, el 15 de ese mismo año, le escribirá desde el Palacio Presidencial una carta a su familia que, a manera de artículo, publicó la Revista Número en su edición 17 de 1998, donde se lee: “¡Qué de complicaciones! La señora de Gaitán no ha dejado, hasta el momento en que les escribo, enterrar el cadáver, exigiendo que previamente renuncie el presidente”.

Mamá sola, acompañada únicamente de mis dos tías y de Álvaro Zea —porque el resto de dirigentes liberales estaban buscando puesto en Palacio— le hacía frente, valerosamente, a todo un gobierno que Ospina Pérez había declarado de “unidad nacional”.

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Sí, la dejaron sola, como también ella sola fue ese 9 de abril hasta la embajada de Venezuela para pedirle al presidente Betancur que la ayudara a traer armas al país para forjar la resistencia con los oficiales del Ejército que, encabezados por el general De León, de tiempo atrás venían reuniéndose en mi casa —a espaldas de mi papá—, convocados en la búsqueda de planear un golpe de Estado, porque mi mamá no creía que a mi padre lo dejarían llegar a la Presidencia de la República por la vía electoral. Ella pensaba que, antes, lo matarían. Y tenía toda la razón. Lo último que le dijo a mi papá, en conversación que sostuvieron un cuarto de hora antes de que él saliera a la calle donde lo mataron, fue: "¡Cuídate, Jorge! Deja la Constitución tan bien encuadernada y tómate el poder, porque por medio de elecciones la oligarquía no te va a dejar llegar. Y deja a los Plinios y vete con los tuyos”.

El papel de mi mamá el 9 de abril de 1948, por sí sola la convierte en heroína; fue “compañera de convicciones” de mi papá y luchadora incansable. Pero la historia la ha enterrado, como ahora quiere hacerlo el doctor Ramiro Bejarano con el gran amor de Bolívar: Manuelita Sáenz.

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 Gloria Gaitán. Bogotá.

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Quien nada debe...

La denuncia del representante colombiano ante la OEA, Luis Hoyos, debe haberle cogido al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sin argumentos válidos con qué defenderse. Y creyendo que en ese instante se le unió el cielo con la tierra, no halló otra mejor alternativa que demostrar al mundo el verdadero tamaño de sus agallas, rompiendo relaciones diplomáticas totales con Colombia y declarando alerta máxima. Con esta ruptura Chávez debe haber creído que nadie podrá penetrar en su territorio a constatar las acusaciones del representante Hoyos de que en Venezuela operan cerca de 1.500 guerrilleros colombianos en más de 80 campamentos. Para lo cual presentó imágenes satelitales, videos, fotos y coordenadas geográficas.

En el presente caso y ante las evidencias esbozadas, el pánico se le hizo crisis al mandatario venezolano, sólo pensando que la OEA y la ONU iban a conformar una comisión  ara que corrobore la  presencia “activa” de guerrilleros en su territorio.

Pero “quien nada debe nada teme”. Y Venezuela no debería poner reparos a la conformación de esta comisión internacional. Antes al contario, debería saludar su llegada con mucha alegría, con gritos de bienvenida, música popular y de ser posible hasta con un baile a calzón quitado entre Chávez y Uribe.

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 Raúl Córdoba Avilés. Quito.

Por un Bicentenario sin armas

Observando el desfile militar del 20 de julio, me pregunto si en estos 200 años no tenemos nada que mostrar fuera de soldados, policías y armamento.

¿Dónde está la contribución de la sociedad civil en la conformación de nuestra amada Colombia?

Se debería exponer también la historia y los adelantos en áreas como la ingeniería, medicina, cultura, educación y demás especialidades que hacen que los colombianos nos sintamos orgullosos.

 Harold López García. Cali.

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