En medio de la euforia que nos causan las encuestas presidenciales de las diferentes firmas especializadas y que hacen las delicias de todos los medios de comunicación, así como de las cábalas en universidades, centros culturales, observatorios y similares, el tema sobre la lucha contra la pobreza pasa inadvertido a pesar de la información relativa a los 20 millones de colombianos pobres con más posibilidades de pasar a la miseria y a la pobreza extrema, que de subir hacia las franjas populares con relativa estabilidad.
La información de El Espectador de la edición del 10 de mayo, aunque sintética y sin titulares amarillistas, permite hacerse una idea de la magnitud del problema, especialmente porque estamos a sólo cinco años de mirar resultados concretos en las distintas metas propuestas por Naciones Unidas en los Objetivos del Milenio con la venia de 191 países cuyas evidencias son, francamente, lamentables en casi todas las naciones pobres y de extrema miseria.
Para el caso colombiano, la situación no es más alentadora que en otras partes y, siendo justos, deberíamos estar, al menos, compitiendo con Chile en la disminución de los niveles de pobreza. Por el contrario, los efectos de la crisis mundial que se manifiestan en la población en la pérdida de empleo para muchos y en las mínimas posibilidades de un trabajo digno para una amplia mayoría.
En el evento de haber conseguido una baja, no es justificable que se hayan invertido recursos y esfuerzos de ocho y más años para obtener una mínima mejoría en la calidad de vida. Al menos los resultados colombianos, ahora que está de moda la medición de la calidad y de certificación, tendrían que haber sido más contundentes. Pero, naturalmente que las cifras oficiales se ven obligadas a respaldar una gestión oficial, no necesariamente de beneficio para la inmensa población colombiana. Lo expreso por las aclaraciones que hizo a El Espectador el director nacional de Planeación, con motivo de un informe aparecido en este mismo diario. Menos mal que el doctor Juan Camilo Restrepo, hombre serio, estudioso y prudente, al cuestionar estos resultados expresa: “Hay que hacer un acto de fe en las cifras, pero lo cierto es que en la crisis fueron los sectores más pobres los que resultaron más afectados”.
¿Qué dice el Gobierno Central de su labor en estos dos períodos en referencia a esta situación específica? Las respuestas son contradictorias y alarmantes. El mismo informe lo identifica al resaltar las palabras del director de Planeación Nacional: “Las personas en condiciones de pobreza y miseria tuvieron que gastar menos de sus ingresos en la compra de alimentos, que representan parte importante de su canasta familiar”. Esto parece la lógica Pambelé.
Ana María Córdoba Barahona. Pasto.
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com.
