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La quimera del oro en el Pacífico colombiano

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Columnistas elespectador.com
10 de diciembre de 2009 - 03:33 a. m.
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En las últimas semanas la prensa francesa le ha dedicado artículos a la “fiebre del oro en Colombia” (yo preferiría retomar el título que le da Chaplin en su famosa película de 1925, The golden rush, o La quimera del oro).

Primero fue el vespertino Le Monde y después el turno fue para el diario Libération. En este último, un articulo escrito por Michel Taille, corresponsal en Bogotá, presenta la compleja situación. La foto que acompaña el artículo nos muestra hombres y mujeres negros buscando “quimeras” en las aguas amarillas.

Parece una postal de esclavitud intemporal, gústeles o no a los apologistas del Bicentenario de la Independencia.

Hace muchos años pude conocer el río Dagua y el Pacífico. Vi toda esa miseria de niños hambrientos que buscan y se pelean por algún “tesoro” cuando baja la marea. Escuché también viejas historias sobre la Choco Company y palpé en el terreno los estragos de las “retroexcavadoras”.

También supe de pueblos como Tadó, bañado por dos ríos (uno de ellos el San Juan), donde no se podía pescar ni lavar la ropa, por el mercurio y el barro que arrastraban las aguas después de ser explotadas sin descanso por los buscadores de oro.

Seguramente muchos, empezando por el Gobierno, se llenarán la boca con grandes augurios de “desarrollo”, riqueza y “confianza inversionista”. Taille nos dice que el 70% de la minería es artesanal, aunque advierte que “las grandes empresas son atraídas por la laxitud gubernamental colombiana, que ha autorizado, por ejemplo, a la multinacional surafricana Anglo Gold Ashanti para iniciar exploraciones en una reserva forestal situada a 170 kilómetros de Bogotá”.

Esta es la “nueva quimera del oro”, predicha por Gerardo Cañas, presidente de la Cámara de Mineros de Colombia. ¿Se filmará una película colombiana sobre este tema? Y si se hiciera, ¿cuál sería su enfoque? Mucho me temo que de hacerse, inevitablemente inauguraría un género híbrido en el cine contemporáneo: “el cine negro-pacífico”. Mezcla de película de gánsters, con corrupción estatal y crímenes de diversa monta, más una buena dosis de explotación a los habitantes negros de la zona.

 Alberto Bejarano. París.

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