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Los costeños, recientemente, vivimos momentos de satisfacción y de patriotismo con ocasión del Día de la Región Caribe, el pasado 10 de octubre, actos, en esta oportunidad, que se cumplieron en Barranquilla, la popular Curramba, y en el pasado la Puerta de Oro de Colombia.
La capital del Atlántico sirvió de escenario para albergar costeños de distintas zonas, de variadas condiciones sociales y etnias, políticos, gobernantes y dirigentes empresariales, así como también representantes de las universidades de la región.
En el teatro Amira de la Rosa, Luis Manuel Espinosa, ex director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Sincelejo, uno de los grandes impulsores de la descentralización en Colombia, conjuntamente con el gobernador del Atlántico, Eduardo Verano de la Rosa, fueron los primeros en votar simbólicamente, en una urna improvisada, por la Región Caribe.
Espinosa, sin prepotencia y con humildad, como un ser humano sensato, ha generado a través de décadas propuestas dignas de tener en cuenta, habiendo, en el pasado, tenido el reconocimiento del presidente Belisario Betancur Cuartas.
El gobernador de Sucre, Jorge Carlos Barraza Farak, propuso la Constituyente para la creación de la Región Caribe, instrumento que permitirá que la Costa se decida por este proyecto de trascendencia para una zona que a través de los años ha sido víctima del abandono gubernamental. Germán Bula Escobar, ex ministro de Educación del gobierno de Andrés Pastrana Arango, es de la opinión que en el futuro hay que propender por el desarrollo humano, por invertir en la gente. El presidente del Congreso, el cartagenero Javier Cáceres, se convertirá en guardián para garantizar los recursos para la Costa. ¡Ojalá esa promesa se cumpla!
Se están abriendo caminos, antes llenos de obstáculos, para la región Caribe, y para que la Costa pueda, de una vez por todas, convertirse en económicamente poderosa con inversión nacional e internacional.
Alejandro Mieles Trespalacios. Barranquilla.
Sobre García Peña
Sólo quien tenga la imaginación bien hipotecada puede llamar “guachafita” a lo ocurrido el pasado viernes en la Universidad Nacional. Seguramente el episodio no fue el resultado de una acción premeditada que dé para ser calificada de terrorismo o de secuestro. Sin embargo, trivializar el episodio usando un término con el que sólo se pueden calificar los tumultos desordenados es pasar por alto el hecho grave de que durante seis horas tres personas estuvieron encerradas entre un carro, contra su voluntad, rodeadas de muchas otras personas, entre las cuales había bastantes en una actitud muy agresiva. No sólo “desordencito” hay en algo así.
Ángela Uribe. Bogotá.
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