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La “vacuna democrática”

Columnistas elespectador.com

07 de septiembre de 2009 - 11:27 p. m.

En las épocas del Caguán conocimos de la famosa “Ley 02” de las Farc.

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Orientada a decretar impuestos a los ciudadanos, oficializaba entonces el manejo que sobre la soberanía del Estado ejercía la guerrilla en zonas concretas de Colombia. Si fuéramos a los detalles, fue la manera “elegante” mediante la cual la insurgencia elevaba el estatus de su vulgar vacuna que, de paso, se hizo también de uso común entre sus llamados “opositores”, los ejércitos de la autodefensa... democrática.

El caso del senador Villamizar, hasta ahora el primero detectado en el alto Congreso, podría configurar una versión sui géneris de los episodios anteriores, pero ejercidos al amparo del sagrado ejercicio democrático de la política. O sea que el senador Villamizar y los otros a quienes se les vaya probando paso a paso el delito de concusión, diseñaron al mejor estilo de la copialina escolar una “vacuna democrática” pagada, en este caso, por los supuestos beneficiarios de los favores clientelistas que logran con tanto sudor los que se autodenominan padres de la patria.

Esta época del nuevo siglo XXI, casi toda copada por el peso uribista, marca día tras día varios hitos que desde ya son para superar. El primero es el de una “seguridad democrática” que pasados siete años terminó siendo como la cobija que al tapar los pies destapa la cabeza; simplemente porque dedicados 200.000 soldados y 100.000 policías a exterminar a la insurgencia, como fue ofrecido, 27 millones de habitantes urbanos quedamos a merced de la inseguridad callejera. El segundo es una “meritocracia” consistente en que fueron elegidos para cogobernarnos sólo los ciudadanos que hicieron algún mérito electoral ante el candidato permanente de estos años, el incumbente Álvaro Uribe, aclarando que en las épocas de Turbay a esta deformación del mérito la llamábamos simple y llanamente clientelismo. Otro semejante consiste en que se convirtió en “democrática” y “popular” la violación flagrante de toda regla de juego que se opusiera a los intereses personales del ciudadano Presidente, aclarando que desde los clásicos griegos a estos estropicios se les llamó Despotismo Autocrático.

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Hacía falta para engalanar las paredes del palacio presidencial el aporte legislativo a esta involución política. Sin duda, ha sido esta desgraciada “vacuna democrática”, que tiene por adalid al ayer técnico electricista de la ESSA que hoy, por suerte de la neomeritocracia criolla, funge a la vez como vicepresidente del Partido Conservador, senador de la República, uribista confeso y presidiario a órdenes de la Corte Suprema de Justicia, el ciudadano Alirio Villamizar.

 Bernardo Congote. Bogotá.

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