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Libertad de cultos y no cultos

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Columnistas elespectador.com
28 de mayo de 2010 - 03:49 a. m.
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El repentino catolicismo de Mockus durante la campaña surgió de un supuesto ateísmo propiciado “ingenuamente” por José Gabriel Ortiz en su programa de televisión.

Ante la pregunta de sí creía en Dios,  Mockus se cogió la cabeza, haciendo lo posible para eludir el tema.  Ortiz, sin embargo, tenía claro que tenía que poner a circular la ecuación según la cual, lo dijera o no, lo sea o no, Mockus era ateo. El asunto debió haber propiciado un debate cultural sobre la libertad de cultos, dada la claridad con que la Constitución lo establece, como establece también que Colombia es un país laico. Lo que no se establece pero está implícito, es que la libertad de cultos incluye también la libertad de no tener culto.

En lugar de la laicidad y libertad, el tema se quedó en la religión. En El Espectador, Rodolfo Arango acusó cautelosamente al candidato de mentiroso: “Se confiesa públicamente católico a pesar de su agnosticismo”; Tola y Maruja dijeron que sí es ateo pero porque “no cree en Uribe”; y Mauricio García intentó probar que la identificación entre ateísmo y maldad carece actualmente de sentido, aunque pudo haberlo tenido en el pasado, “cuando ser ateo era ir en contra del orden establecido”. De otra parte, en el programa radial Hora 20, Juan Carlos Flórez acudió a la historia lituano-colombiana para probar que Mockus es católico por predestinación.

Agnosticismo, ateísmo, maldad o predestinación, Mockus, de manera inconsistente, se contentó con atenuar el fuego pasando como católico, dejando el halo de un civilista que por temor a las encuestas se convierte de la noche a la mañana en un monaguillo. En honor a la consistencia que lo caracteriza, cabría esperar de Mockus precisiones como que desde 1991 la Constitución ya no está hecha para católicos,  que la eventual mayoría católica en Colombia no implica que un presidente gobierne para católicos y que la libertad de cultos y no cultos es un derecho que como presidente haría respetar. Además, que si alguien tiene la preferencia, la obligatoriedad o la inconsistencia de ser, judío, ateo, musulmán, agnóstico, budista, católico –o lo que le hayan hecho creer que ha decidido autónomamente–  hace uso de un derecho constitucional. Y de no estar de acuerdo, seguiría entonces el modelo de consistencia de Álvaro Uribe y propondría cambiar la Constitución.

Dada la poca rentabilidad electoral de reconocer la laicidad; dadas las reiteradas demostraciones de sordera, ceguera y falta de hígado por parte de algunos; y dado que todos, incluido Mockus, se sienten al parecer más cómodos posando de seres espirituales antes que de ciudadanos, podríamos entonces redirigir el tema de la laicidad hacia los peligros del sectarismo religioso, empezando por recobrar las  imágenes dejadas por Mauricio García al final de su esfuerzo por disociar el ateísmo de la maldad: las imágenes del Presidente y el Procurador haciendo su voluntad, convertidos en sacerdotes de ocasión, Biblia y virgen en mano.
 
Tal vez por falta de espacio, García omitió que además de la católica, las otras religiones abrahamánicas arrastran por igual un variado repertorio de excesos, encubrimientos, irrespetos y atropellos contra la libertad. Podríamos aprovechar que la las libertades individuales y la libertad de cultos y no cultos  también andan de vacaciones en Francia, en contra de los musulmanes.  Pero también, con sólo retroceder en el tiempo, podríamos recordar las invitaciones de San Ezequiel Moreno y Laureano Gómez a matar liberales. Uno por pecadores y el otro de manera preventiva o “profiláctica”; uno desde la Catedral de Pasto y el otro desde el Capitolio Nacional en Bogotá; los dos invocando la religión católica.

Juan Luis Rodríguez

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