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Lo político del Paz sin Fronteras

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Columnistas elespectador.com
24 de septiembre de 2009 - 01:59 a. m.
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Queramos aceptarlo o no, el concierto Paz sin Fronteras organizado por Juanes en la Plaza de la Revolución de La Habana sí tuvo una posición política y unas repercusiones del mismo orden.

Resulta ingenuo pensar que un acto de esta envergadura, con señal de televisión en directo a América Latina, Estados Unidos y Europa, sea sólo un espectáculo para alegrarles la vida a los cubanos por un ratico.

Por mucho que el cantante colombiano se esfuerce en afirmar lo contrario, detrás del show estaban el componente ideológico y la posición política del artista. No son gratuitas las declaraciones de Fidel Castro, Hugo Chávez y del mismo Obama con respecto al politizado concierto. Tampoco lo fueron las reacciones de la disidencia cubana en Miami y en el resto del mundo. En el fondo, Juanes era muy consciente del impacto que produciría su espectáculo en el corazón de un país que reprime la libertad de expresión y sataniza el pensamiento diverso.

Si es cierto que Juanes no es un político en ejercicio, no quiere decir que no tenga posiciones políticas. Las letras de muchas de sus composiciones proclaman por un mundo mejor, un planeta sin hambre, donde nuestros hijos puedan crecer libres. Esto no es gratuito. Y los políticos que tienen como profesión la política, no son bobos y saben cómo filtrar el agua y pescar en río revuelto.

Decir entonces que detrás del Paz sin Fronteras no había ingredientes políticos es ser tonto y ciego, o por lo menos miope. Ya lo decía un destacado filósofo y teórico literario: detrás de cada expresión hay una intención. Nuestros actos están medidos por nuestras creencias y éstas determinan nuestro comportamiento. Juanes lo sabía: de ahí su actuación.

Joaquín Robles Zabala. Cartagena.

Sabia decisión

Que los políticos compinches con los jefes paramilitares tendrán responsabilidad igual en las masacres, calificadas como crímenes de lesa humanidad, es justa y sabia decisión de la Corte Suprema de Justicia. La impunidad acostumbró a los políticos violentos a perpetuar la corrupción y la guerra. El Salado es un episodio atroz de esta masacre de sesenta años iniciada en 1946 contra Colombia. Ojalá el miedo a los tribunales internacionales obligue a la clase política a abandonar las armas de la traición y la muerte, con las que sin piedad han sometido la patria al oprobio, el desplazamiento y la vergüenza.

Isaac Vargas Córdoba. Florencia.

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