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Los Bula y los Bula

Columnistas elespectador.com

29 de mayo de 2010 - 08:46 p. m.

En la edición del domingo 23 de mayo del presente año, en el prestigioso diario que usted dirige, aparece un artículo del conocido y respetable columnista Alfredo Molano, de quien no soy amigo personal, pero con quien comparto una militancia conjunta en la izquierda democrática y en el Polo.

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                                         En la página 3 de la edición señalada se  dice:                                          “A su sombra se van desterrando  a los indios, a los negros y a los ‘chilapos’, campesinos también huyentes  que corrían del Urabá chocoano —tierras de los Castaño y de los Bula—  y del Sinú o del Bajo Cauca —tierras de Mancuso y de Macaco—”.

                                         Permítame decirle que yo respaldo todas las denuncias fundamentadas que se hagan en relación con el paramilitarismo en Córdoba, entre otras razones, porque esa es la tierra de mis ancestros. Pero cuando en Colombia alguien se refiere a los Castaño, todo el país sabe quiénes  son. ¿Pero quiénes somos los Bula?

                                           Quiero decirle que mis padres, que no fueron nunca terratenientes, sino maestros e intelectuales, que impartieron docencia durante 70 años en las ciudades de Sahagún, Tolú, Montería, Sincelejo, Cartagena y Barranquilla, nunca fueron propietarios ni de un milímetro de tierra en Córdoba, ni mucho menos en el Chocó. Tampoco mis hijos, ni el suscrito ni su esposa. ¿No le parece que es un atropello una referencia en esos términos?

                                                 Yo les exijo que se establezca con claridad a cuáles Bula se refiere el columnista Molano. ¿Qué tal hablar en general de los Cano o de los Molano? Y al Bula que aparezca responsable de crímenes, que se le apliquen toda las penas establecidas.

Carlos Bula Camacho. Bogotá.

Del alcalde de Palermo

Las elecciones presidenciales en Colombia son una extraordinaria oportunidad para seguir e innovar en el compromiso por la legalidad en un gran país, que aprendí a conocer, admirar y amar.

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Un gran país que, como el mío, Italia, y mi ciudad, Palermo, está atrapado por una ilegalidad que se transforma, que se ha transformado y corre el riesgo de transformarse en verdadera cultura nacional.

Mi experiencia personal, cultural y política (de alcalde de Palermo y, ahora, de  congresista, escritor y académico) está marcada por el convencimiento de que, para poder perseguir a los “normales” (pido disculpas por el adjetivo “normales”) criminales, normalmente, es suficiente llamar a la Policía.

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Para poder vencer a los criminales “identitarios”, los criminales que usan y pervierten la identidad, que matan y rapiñan invocando los valores de un pueblo, la Policía es necesaria. Pero no es suficiente.

Sin rodeos: “ tolerancia cero” no funciona.

“Tolerancia cero” ha funcionado en Manhattan, contra los  criminales “normales”, pero no funciona contra los criminales “identitarios”. Los de Palermo, de Tijuana, de Cali o Medellín, de Bogotá o de Ciudad de México, de Ciudad Juárez o de Nápoles.

Este es el carro siciliano, transformado en un ejemplo y modelo en el mundo: un ejemplo y un modelo que ha suplantado definitivamente, después de un primer momento de incertidumbre, la ilusión de poder vencer a los criminales “identitarios” con la sola Policía, con la “tolerancia cero”.

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Esta es la lección de la así conocida Primavera de Palermo. Una extraordinaria temporada política y cultural, que me vio alcalde, y que ha demostrado cómo con la cultura y con la economía de la legalidad, con la sociedad civil, y no sólo con la Policía, se pudo combatir y vencer la actividad de masacres de la mafia siciliana (criminalidad “identitaria” que atracaba y mataba en nombre de los valores tradicionales sicilianos; atracaba y mataba en nombre del honor, de la familia, de la amistad).

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Un carro siciliano, con dos ruedas que deben rodar a la misma velocidad: una rueda de la legalidad, hecha de leyes y sentencias, policía y magistrados, y una rueda de la cultura y de la economía, hecha de maestros y sacerdotes, de información y empresas, hecha —en una palabra— de sociedad civil.

En contra de la criminalidad “identitaria”, las dos ruedas deben rodar a la misma velocidad: si una de las dos va más veloz que la otra … la carreta no avanza, gira alrededor de sí misma. ¡Con tolerancia cero la carreta gira alrededor de sí misma!

Así, cien maestros o cien emprendedores comprometidos con coherencia son más eficaces de mil policías y mil magistrados.

Es este fuerte convencimiento el que ha unido mi experiencia como alcalde de Palermo con la extraordinaria experiencia del alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, y del alcalde de Medellín, Sergio Fajardo: inolvidables han sido para mí los muchos, diversos encuentros en Bogotá y en Medellín.

Inolvidables son para mí los diversos, muchos encuentros en Colombia, en las universidades, en las escuelas, con periodistas y empresarios, con padres de familia y con sacerdotes.

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Inolvidables, y aún presentes, son los maestros y los alumnos, colombianos y sicilianos, unidos por las mismas miradas llenas de esperanza y de cultura de vida, más allá y en contra de la resignación, más allá y en contra una opresiva cultura de la muerte.

Leoluca Orlando. Ex alcalde de Palermo, Italia.  

¿A las espaldas?

Esta mañana, recordando el papel enhiesto de El Espectador al develar  la trampa de las anchas espaldas del elefante en el régimen Samper, lo invito a continuar profundizando con la misma fortaleza la denuncia de las anchísimas espaldas del régimen Uribe. En paralelo, le manifiesto mi afán, mas no sorpresa, por el silencio cómplice de las sotanas en relación con el Australopithecus que, en comparación con el elefante, habitó estos años en la Casa de Nariño, haciendo y deshaciendo a las espaldas del mismo que, se dice, “no permitía que se moviera un hoja” sin su aprobación.

Bernardo Congote. Bogotá.

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