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Los días contados

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Columnistas elespectador.com
16 de enero de 2010 - 03:36 a. m.
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El  espantoso terremoto de Haití no respetó investidura  ni  pinta de ninguna clase  y dejó claro  que también a los poderosos  les  tocan las tragedias, por lo cual no hay que estar excluyendo a las  mayorías desamparadas.

Más de  cien mil muertos y tres  millones de damnificados, el terremoto tuvo una potencia 35 veces superior  a la bomba atómica de Hiroshima, lo que posiblemente no se había visto nunca en América  Latina.

Aunque se trata de uno de los países  más pobres  del mundo, con nueve millones  de habitantes y el 85 % sumidos en la miseria, también cayeron el Palacio de Gobierno, varios ministerios, la sede de la ONU, y el Hotel  Le Montana, uno de los más exclusivos  para los ricos  de Puerto Príncipe, su capital, y de los turistas extranjeros.

Había que ver lo compungidos que estaban  el premio Nobel  de la “Paz”, el presidente  Obama, el  santo Papa, el presidente francés, el Secretario General de la ONU, todos  muertos de dolor  mientras  prometían  ayuda solidaria a los dolientes y  damnificados,  y Colombia, claro está, no se podía  quedar  atrás en este  desfile de la caridad, para lo cual pone a disposición  de terceros países  sus bases militares para recibir no aviones cargados  con tecnología de guerra de los Estados Unidos, sino llenos de comida, ropa y medicinas de todas  las  naciones poderosas del mundo. El imperio del Norte, tan cercano toda la vida al país del desastre, pone ahora el grito en el cielo, sin recordar su olvido sempiterno en que lo tuvo  siempre.

Pero una de las cosas más impresionantes, fuera del tremendo  drama humano, es ver cómo actúan los noticieros  de televisión quemando pantalla  con la tragedia de la gente, mostrando  las imágenes más crudas del sacrificio sin  contemplaciones, repitiendo  hasta el cansancio con cinismo, sadismo, masoquismo, el terrible dolor ajeno, hasta el punto de ofender los sentimientos de piedad y consideración del ser humano,  con el manejo noticioso de crónica roja y sensacionalismo sangriento.

Y cabe preguntar, qué tiene que ver  este  terremoto con tsunamis anteriores, con inundaciones y sequías, con el deshielo de los nevados, con la contaminación del agua, del  suelo, del aire, en fin, con  el  deterioro de las condiciones de vida, de los pueblos, de la fauna y la flora, debidos al recalentamiento  global   Porque si se comprueba que existen relaciones entre estos fenómenos, los  países altamente desarrollados serían los principales responsables de la tragedia, ya que  el 85%  del impacto  del  calentamiento global lo recibirían  los países más pobres, que son precisamente los que menos contribuyen  con  las  emisiones de carbono y los más afectados por el desastre ecológico. A este  ritmo y con estas tragedias tan terribles,  el paso de la humanidad por la tierra tiene sus días contados.

 Tiberio Gutiérrez. Medellín

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