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Los verdaderos enemigos de la U.N.

Columnistas elespectador.com

19 de octubre de 2009 - 10:41 p. m.

La Universidad Nacional ha formado dos generaciones de personas que no la respetan y que paradójicamente, abanderadas en la defensa de la educación pública, terminan siendo sus peores enemigos y justificando muchas políticas que van en detrimento de la misma Universidad.

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Desde la muerte del estudiante Uriel Gutiérrez en 1954, a manos de la policía nacional bajo la dictadura de Rojas Pinilla, en una protesta pacífica por la muerte del estudiante Gonzalo Bravo Pérez en 1929, las manifestaciones de protesta violentas son algo común en las universidades públicas. Sin embargo la efectividad de este mecanismo siempre ha estado en entredicho, especialmente dentro de las mismas universidades públicas. La detención arbitraria y violenta del rector de la Universidad Nacional es solamente uno más de esos hechos y muestra claramente la poca predisposición al diálogo y la predilección por las vías de hecho para lograr un objetivo: la supuesta defensa de la educación pública.

Es claro que las universidades públicas viven un momento muy difícil, y los orígenes de la crisis están en una combinación de factores como son el crecimiento de la demanda en educación, investigación, y extensión; el proceso de relevo generacional de las plantas docente y administrativa; y la falta de claridad en la normatividad fiscal nacional para las universidades públicas. El rector de la Universidad Nacional, profesor Moisés Wasserman, ha sido uno de los abanderados en mostrar al Gobierno Nacional y al Congreso el oscuro panorama. Su retención por parte de un grupo reducido de estudiantes, bajo el pretexto de reclamarle por el bajo presupuesto de la Universidad Nacional, resulta simplemente incomprensible.

La Universidad Nacional es un reflejo del país, y la destrucción del patrimonio público al cual es sujeta cada vez que se realiza una protesta violenta, es simplemente inadmisible. Al mismo tiempo la universidad tiene la responsabilidad de ser la conciencia política del país y la generación de mecanismos de protesta menos violentos y mas efectivos debe ser tarea de todos sus integrantes (incluyendo a sus egresados). Temer por la propia vida dentro del campus de la universidad por expresar una posición, cualquiera que ésta sea, debe ser una alerta a sus integrantes. ¿Vamos a seguir cometiendo los errores de las dos pasadas generaciones? ¿Qué dicen ahora los egresados que en sus épocas participaron en manifestaciones violentas? ¿Fueron efectivas? ¿Qué dice esa enorme masa silenciosa de alumnos, profesores, personal administrativo, egresados, que nunca participa en las protestas? ¿Su silencio es de aprobación?

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Los actos violentos dentro de la universidad me hacen recordar una de las reflexiones más interesantes de mis tiempos de estudiante: “Los peores enemigos de la universidad son formados por la misma universidad”.

 Diego A. Torres. Bogotá.

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