Publicidad

Medicina política

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Columnistas elespectador.com
26 de febrero de 2010 - 03:37 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Si algo positivo tienen las desastrosas e inoportunas medidas de la Declaratoria de Emergencia Social tomadas por el Gobierno, es haber animado la solidaridad crítico-reflexiva entre mujeres y hombres: odontólogos, bacteriólogos, enfermeros, médicos y por supuesto pacientes, lo cual recuerda cuán a menudo quienes se interesaron en la salud de las personas (más que en su patrimonio) lo hicieron también en la salud de las naciones.

Mientras la enorme mayoría de sus colegas rechaza lo planteado por el ministro Palacio Betancourt (quien si tuviera alguna sindéresis debería renunciar), la historia nos refiere muchos médicos dedicados a la salud de las sociedades. Ya fallecidos están el prócer nacional filipino José Rizal, el inmolado ex presidente chileno Salvador Allende, el revolucionario argentino Ernesto Che Guevara, el promotor de Brasilia y presidente brasileño, Juscelino Kubitschek, Arnulfo Arias (varias veces presidente de Panamá y varias veces derrocado por militares) y el dictador haitiano de nefasta recordación François Duvalier (Papa Doc). Aún vivos tenemos a Michelle Bachelet (pediatra), quien dejó la Presidencia de Chile con enorme popularidad (pensando en nuevas generaciones más que en nuevas reelecciones), y al saliente presidente uruguayo Tabaré Vázquez (oncólogo).

También en Colombia hubo célebres médicos-políticos: Manuel Uribe Ángel (1822-1904), padre de la medicina antioqueña; Héctor Abad Gómez (1921-1987), especialista en salud pública asesinado por paramilitares; Alejandro Giraldo Sánchez (1880- 1941), quien fuera senador cordobés entrañablemente ligado con el nacimiento de la medicina científica en el área del Sinú; Jorge Ramírez Arjona (1882-1952), filántropo que enfrentó la enfermedad en Colombia (especialmente en Montería, donde vivió desde 1916); Carlos Tirado Macías (1879-1942) y, finalmente, el muy polémico Carlos Francisco Toledo Plata (1932- 1984).

Tales vidas muestran que los nexos entre los síntomas corporales y los sociales no pueden tratarse a la ligera, como habrá aprendido estos días el presidente Uribe, cuyo ideario vive lo señalado por Arthur Schopenhauer: “La opinión es como un péndulo y obedece la misma ley. Si se va pasando el centro de gravedad hacia un lado, debe volver a una distancia similar hacia el otro”. Mucha oscilación (y mucha medicina política), va a requerirse para que recupere el reposo.

 Alfredo Gutiérrez B. Bogotá.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.