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Muere la Unidad de Salud Mental de Villavicencio

Columnistas elespectador.com y Rafael H. Salamanca R.

11 de enero de 2022 - 03:41 p. m.

A finales del siglo pasado los asilos psiquiátricos en Colombia, cuyo símbolo era el anacrónico manicomio de Sibaté, perdieron vigencia y, para ponerse a tono con la vanguardia mundial en salud mental, empezaron a ser remplazados por nuevas y eficientes unidades psiquiátricas adjuntas a los hospitales generales.

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En el mundo dos hechos generaron esta revolución: uno, el advenimiento de la nueva psicofarmacología en los años cincuenta que revolucionó la psiquiatría y mejoró la vida y el futuro de los pacientes mentales. Dos, el movimiento “antipsiquiátrico” que dignificó al enfermo mental, le devolvió derechos y denunció al manicomio como inhumano y represivo. Brillantes psiquiatras ( Laing, Cooper, Basaglia) y filósofos (Foucault, Deleuze, Guattari) impulsaron la causa. En Colombia, dos figuras lideraron esta revolución: el profesor Horacio Taborda, quien desde la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana inculcó en sus alumnos una visión social y comunitaria de la Psiquiatría. El psiquiatra debería salir a la calle, acercarse a la medicina y a la gente, hacer prevención y salud pública, y abandonar su cómodo consultorio de sabio al servicio de solo unos pocos. Y el doctor Jairo Luna Acosta, su discípulo, quien como jefe de la Unidad de Salud Mental del Ministerio de Salud creó y dotó Unidades de Salud Mental en todas las capitales de departamento, 25 en total, modernizando de paso los antiguos hospitales psiquiátricos.

¿Cómo había sucedido aquello? Es obligado narrar la anécdota. Años antes, el Hospital Psiquiátrico “Isabel Ferro de Buendía”, de Armero, era, por corrupción y desidia, un inhumano manicomio donde pacientes esqueléticos y desnudos deambulaban por los pasillos esquivando sus propias heces. Tengo fotografías de ello. En un convenio entre el Ministerio de Salud, la Gobernación del Tolima y la Universidad Javeriana, se acordó que ésta se encargaría de remodelarlo y humanizarlo. El maestro Taborda, encargó a Jairo Luna la titánica tarea. Un año después, desmontando el manicomio, el nuevo hospital llegó a ostentar el título de modelo y piloto en su área, en el departamento y en el país. Al ministro de Salud de entonces, el tolimense Alfonso Jaramillo Salazar, no le pasó desapercibido aquel milagro administrativo. En reconocimiento nombró a Jairo jefe de Salud Mental del Ministerio.

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Pero volvamos al Meta. Siguiendo la nueva filosofía de la psiquiatría comunitaria, Hernando Cortés, otro joven psiquiatra javeriano, se instaló en Villavicencio con la misión del profesor Taborda y de Jairo Luna de inaugurar la psiquiatría como especialidad en la ciudad y de construir e impulsar la primera Unidad de Salud Mental pública de la Orinoquia. Jairo Luna y Hernando Cortés, no solo eran compañeros de Facultad sino entrañables amigos. Gracias, pues, al apoyo de la Universidad y del Ministerio, y afrontando la oposición y resistencia de los políticos locales y de los mismos colegas, que toleraban un manicomio en las afueras pero no en los terrenos del hospital, Hernando diseñó, construyó y sacó adelante la moderna Unidad que, contra viento y marea, se inauguró en julio de 1982.

Placa de la inauguración de la Unidad de Salud Mental en el hospital de Villavicencio.
Foto: Archivo particular

Tenían, pues, que alinearse los astros para el nacimiento de esta importante obra del oriente colombiano. Cuarenta años prestó sus servicios la Unidad de Salud Mental a la Orinoquia y al Meta. Se posicionó como un centro de servicios psiquiátricos de alta calidad, de investigación y de formación académica universitaria para estudiantes de medicina y residentes de psiquiatría. Yo llegué de USA hace 30 años, invitado por Hernando a unirme a ella como psiquiatra de planta; llegué a ser un tiempo su director y guardo los mejores recuerdos de aquella época dorada. Con nuevos colegas y profesionales de las distintas áreas, se conformó un equipo de lujo y constituía un orgullo pertenecer a la amada Unidad para prestar al Hospital servicios de asesoría, conferencias, capacitación, docencia, consulta externa, psicología, terapias, urgencias, hospitalización, hospital día y psiquiatría de enlace. Treinta años de mi vida profesional dediqué a aquella fraternal familia de servicio.

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Mas una cosa es la ciencia rigurosa y ética y otra la alegre política. Durante décadas la corrupción ha saqueado una y otra vez a los hospitales del país, vistos desde siempre como cotos de caza por los politiqueros. Con motivo de la pandemia del Covid 19, hace dos años, sin planeación alguna, la Unidad en Villavicencio fue invadida y desarticulada, pese a que en su fundación quedó claro que su diseño arquitectónico estaría dedicado a prestar servicios exclusivos de salud mental. Fue desmantelada y solo dejaron el cascarón: hasta el muy valioso aparato de TECS (Tratamientos Electro Convulsivos), único disponible en la región, fue saqueado y descartado como chatarra. Todo un esfuerzo, una filosofía del servicio público y una historia de la ciencia lanzados a la basura. Toda una revolución en la concepción de la Salud Mental arrollada por ignorancia o capricho. ¿Qué fuerzas oscuras, si las hubo, conspiraron para su cierre? ¿O fue solo torpeza burocrática? Hernando Cortés, su padre y fundador, falleció de un cáncer hace un año y, por ello se libró de presenciar la ruina de lo que él con idealismo construyó hace 40 años. Hoy, cuando en tiempos de pandemia irrumpe una grave amenaza a la salud emocional en el mundo, se cierra en Colombia la única Unidad de Salud Mental pública de medio país. Es un claro asalto a lo público, mas como los principales damnificados son apenas los enfermos mentales, creemos, la comunidad médica y la sociedad llanera aún no se pronuncian.

* Médico psiquiatra.

Por Rafael H. Salamanca R.

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