La periodista Cecilia Orozco Tascón, de El Espectador, siempre tan precisa en sus diferentes aseveraciones sobre el acontecer social, se refirió a la ingratitud de muchos colombianos con la senadora Piedad Córdoba en su columna del miércoles 31 de marzo.
Quiero unirme a esa calificada voz y a la de un lector que al día siguiente se refirió a este tema, para enfatizar sobre el gran papel que ha desempeñado esta mujer valerosa, contra viento y marea, a favor de una causa que es deber del Gobierno.
Precisamente en este período denominado Semana Santa, cuando muchos y muchas visitan las iglesias para recitar las Estaciones, probablemente sin pensar mucho en lo que sucede alrededor y en cambio sueltan su lengua viperina en contra de Piedad Córdoba, ella da un ejemplo de vida a todos, sin distingo de religión alguna, porque con absoluta seguridad ninguna creencia religiosa aprueba el secuestro.
Cuántos colombianos y colombianas esperan con ansias cualquier equivocación o exceso de cualquiera de estos compatriotas para arremeter contra estos esfuerzos. Hasta algunos periodistas, increíblemente, tienen estas metidas de pata, reprochables al máximo, como el que se mofó porque el soldado Calvo no quiso hablar, o como Bayly, el peruano (ha perdido mucha simpatía) porque Moncayo no mencionó al Presidente. Qué ganas de encararlos para increparles, pues ni ellos ni ningún otro colombiano que no haya pasado por el infierno que ellos nos cuentan puede imaginar lo que se siente después de 12 y más años de estar en la selva. Un poquito de respeto y prudencia, esa prudencia que le exigen a la senadora Córdoba cuando la acosan con preguntas.
La senadora tiene el respaldo de una inmensa masa de colombianos de bien, que sin pensar en su orientación política, la apoya desde cualquier rincón del país para agradecerle todo lo que viene haciendo a favor de los secuestrados, con miras a una gran acuerdo humanitario. San Ignacio de Loyola decía que el pecado más grande del hombre es la ingratitud. E ingratos han sido miles y miles de colombianos obnubilados por su propio egoísmo. En esta Semana Santa más bien hay que pedir por éstos para que reciban el perdón divino y por la senadora para que el Dios de la Vida se la conceda larga, fecunda y patriótica.
Ana María Córdoba Barahona. Pasto.
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