Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Frente a la Alcaldía de Santa, Marta unos seguidores del movimiento La Voz de la Conciencia alzaban una pancarta: “No más encuestas manipuladas”.
Sobre el tema, una analista insiste desde hace mucho tiempo en que no conoce a familiar cercano o lejano, amigo, vecino, referido o hablador en fila de banco que haya sido encuestado alguna vez. En eso me identifico plenamente, porque es también mi caso, y comprobar lo mismo en un amplio círculo de conocidos me mueve a esta reflexión: estaría bien que los colombianos nos pusiéramos en esas averiguaciones, porque si muchos coincidiéramos, sería un indicativo de duda que, de cara a las elecciones, podría generar más de una sorpresa. Como en la ficción de Saramago, en su Ensayo sobre la Lucidez, el despertar de un secreto a voces de ese calibre podría mover a la gente en un sentido distinto al de las encuestas, porque una cosa es responder a ellas en medio de las emociones de la campaña, y otra muy distinta responder a la conciencia en la soledad de un cubículo de votación.
Las dudas tienen asidero en el sentido común, pero se debería ir más allá, y no por capricho. Ante la proliferación de firmas encuestadoras, valdría la pena que el Consejo Nacional Electoral, o quien corresponda, explicara la manera como se otorgan las licencias para el funcionamiento de estas, las fichas técnicas con que soportan los resultados, e hiciera una relación histórica de los grupos empresariales que las encargan. Una revisión así no debería molestar a nadie; por el contrario, daría claridad a estas ‘encrucijadas colectivas del alma’, en aras de la transparencia que debe caracterizar a todo proceso democrático. Ellas distan mucho de ser un indicativo de la “opinión pública”, pero no se puede ocultar que, por pequeñas que sean, pueden tener incidencia (aunque sea emotiva) en el comportamiento general, y de ahí el cuidado que deben tener los ciudadanos para que sus votos sigan siendo independientes. Sí, claro, no puede uno esperar ser el ‘suertudo’ al que le hagan una encuesta, habiendo tanta gente, pero si se hiciera la averiguación de manera exponencial, empezando por usted, amable lector(a), y concluimos que no sabemos de un solo caso de encuestado o encuestada, habremos de reconocer que la frase “No más encuestas manipuladas” abre un espacio para la duda.
Alberto Díaz Tapias. Santa Marta.
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com
