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¿Qué tipo de periodismo se hace hoy?

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Columnistas elespectador.com
28 de abril de 2010 - 04:38 a. m.
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Después de leer el artículo publicado en su periódico el sábado 24 de abril llamado “Dolorosa despedida”, dedicado a Lina Marulanda, en el que aparezco citada en distintas partes del texto, hablando de mi amiga, no me queda sino la sensación del irrespeto con que los periodistas manejaron, en los distintos medios, la noticia de su dolorosa y repentina muerte. Irrespeto con ella y con todos sus amigos y familiares que la despedíamos profundamente acongojados.

Me sorprende cómo, después de comunicarse conmigo justo unos minutos después de sus honras fúnebres, la periodista escribe un artículo en donde malinterpreta y descontextualiza toda la información que le dí y dice cosas que no dije; cito y resalto aquí algunos ejemplos de los párrafos a los que me refiero: “(…) a pesar de saber que Lina atravesaba por momentos difíciles económica y sentimentalmente, siempre vi en ella una mujer muy segura, con los pies en la tierra y que nunca dejó de intuir el destino trágico que eligió”, “(…) está confirmado que es un suicidio y es terrible saberlo”. Al ver estas frases siento que lo único que importa es sacar a la luz  apresuradamente cualquier información que además alimente el morbo de los lectores, sin tener en consideración el momento doloroso por el que todos pasamos.

Se ejerce entonces un periodismo facilista, inhumano, sin compasión, sin responsabilidad social; pues se aleja totalmente de su función esencial, que es informar veraz y objetivamente sobre un hecho, y se torna manipulador de la información en aras a vender más y a despertar en la gente, no la conciencia, la compasión amorosa, la reflexividad auténtica y constructiva, sino su confusión, su morbo, sus especulaciones, la distorsión de la realidad.

Me pregunto entonces, siendo el periodismo un elemento tan fundamental en una sociedad, con un poder tan grande para presentarnos la realidad tal como es, y con el poder de crear conciencia, valores humanos y éticos que construyan e iluminen a las personas y a las comunidades, ¿no es el momento de reflexionar sobre cómo estamos utilizando esta poderosa herramienta? ¿No es preciso ir más allá de la “chiva” y poder acercarnos a los hechos y a las personas humanamente, respetando los contextos, los tiempos, los sentimientos?

La muerte de Lina nos deja muchos interrogantes, pero sobre todo muchas lecciones de vida para reflexionar con sinceridad y desde el corazón, lecciones que se extienden también a aquellos que no la conocían personalmente.

Ahora nos queda seguir adelante, aceptar lo que es difícil de aceptar, pero llevando en el corazón los bellos momentos compartidos con una mujer maravillosa, que amó y es amada inmensamente, y que aún desde donde está ahora, irradia una luz muy brillante.

 Silvana Rovida G. Bogotá.

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