LOS GOBIERNOS REFORMISTAS SUElen tener dos grandes enemigos políticos: los que quieren que todo siga igual y los que buscan que todo cambie y no están dispuestos a aceptar modificaciones parciales. Pienso en esto ahora que se van aclarando las posiciones frente a los proyectos bandera de este gobierno: el de restitución de tierras, el de víctimas y el de regalías. No voy a hablar de la oposición de aquellos que quieren que todo siga igual, pues me parece que su actitud es tan descarnada como predecible.
Me intriga más la postura de quienes se oponen al cambio por ser éste parcial e incompleto. Estoy hablando por supuesto de algunos representantes de la izquierda y particularmente de líderes del Polo Democrático, como el senador Jorge E. Robledo.
Es difícil entender las razones por las cuales Robledo y sus amigos se oponen al proyecto de regalías, que es un proyecto fundado en un principio redistributivo que la gente de izquierda suele apreciar mucho. Más incomprensible aún me parece la oposición de Robledo a los proyectos de restitución de tierras y al de víctimas, con el argumento de que son reformas que no resuelven ni mejoran nada.
Por eso creo que la razón de fondo (aunque no declarada y quizás incluso no reconocida) por la cual el senador Robledo y sus amigos se oponen a estos proyectos es la siguiente: las reformas parciales, así mejoren temporalmente la condición de los menos favorecidos, sólo sirven para dos cosas: 1) para relegitimar el poder dominante y darle así un nuevo aire, y 2) para retardar la toma de conciencia política del pueblo respecto de su condición de opresión.
Al razonar de esta manera, pienso yo, Robledo hace eco de aquella parte del Manifiesto Comunista en la que se dice que la revolución sólo tendrá lugar cuando el proletariado “no tenga nada qué perder distinto a sus cadenas”, es decir, cuando las condiciones de opresión sean de tal magnitud que empiecen a ser percibidas como intolerables.
Este presupuesto marxista carece de sustento empírico (serían muchos los países que tendrían revoluciones si el aumento de la injusticia y la opresión condujeran directamente a la sublevación popular). Parece incluso más probable que suceda lo contrario, tal como lo explicaba Alexis de Tocqueville hace casi dos siglos; es decir, que cuando se alivian un poco las condiciones de opresión de los más pobres hay más chance de que ocurra una revolución y eso debido a que dicha mejoría les permite a los oprimidos vislumbrar con las posibilidades de cambio que tienen en sus manos. Pero el presupuesto marxista no sólo me parece dudoso, sino también moralmente cuestionable, ya que implica una cierta justificación de la tragedia humana, como si fuera el purgatorio que hay que padecer para obtener la liberación definitiva.
En una sociedad tan injusta como la nuestra es importante que haya voces radicales, como la del senador Robledo, que clamen por la igualdad y la dignidad humana. Pero me parece que no se renuncia a esa radicalidad, ni mucho menos a la oposición, cuando se reconocen las bondades (por ahora en el papel, claro) de algunas reformas que pueden mejorar, así sea parcialmente, la condición de vida de mucha gente. Peor aún, decir que el gobierno de Santos es igual al de Uribe y que Juan Camilo Restrepo es igual que Andrés Felipe Arias, como dicen algunos en el Polo, es una manera de bloquear la posibilidad de que Santos y Restrepo logren vencer a los amigos de Uribe y de Arias que se van a oponer a estas reformas con el argumento (también no declarado) de que, en materia de tierras y de víctimas, lo mejor es que nada cambie.
* Profesor de la Universidad Nacional e investigador de DeJuSticia
Por Mauricio García Villegas*
