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Reforma Tributaria, el camino equivocado

Columnistas elespectador.com: Carlos Alberto Ferreira*
07 de mayo de 2021 - 08:40 p. m.

No existe reforma tributaria que no esté debidamente soportada en razones altruistas, en apoyo a los más débiles y a los programas de gobierno en beneficio de la sociedad. Y así cada gobierno ha presentado la suya o las suyas; no importa que en campaña hayan jurado lo contrario en mármol, siempre encuentran la coyuntura para justificar el incremento de la carga fiscal sobre los ciudadanos.

La economía de una nación es una sola y está calculada con algo que se llama PIB (producto interno bruto) que no es otra cosa que la valoración en moneda de todo lo producido por la sociedad; es en esencia la suma del valor económico total de ladrillos, viajes de bus, bocadillos veleños, consultas médicas y cualesquiera otras actividades que tengan un valor de mercado, realizadas en el año por todo el conjunto de la sociedad.

La prosperidad de una sociedad y la capacidad de proveer a sus ciudadanos con bienes y servicios, salud, educación, deporte, seguridad, está íntimamente ligada a esa productividad. Mientras un ciudadano suizo produce al año bienes y servicios por unos 341 millones de pesos, un colombiano solo llega a 21,5 millones. Es decir, en un mes un suizo produce lo que un colombiano necesita un año y tres meses.

No importa las buenas intenciones de ningún político, ni ningún discurso de campaña, sencillamente el sistema no es capaz de proveernos del bienestar que tienen las naciones desarrolladas. Nuestra Constitución es un ejemplo de todas esas buenas intenciones, trae 83 artículos de derechos ciudadanos y solo uno de obligaciones.

Y de esa manera hemos llegado a la dificilísima coyuntura de hoy, con una realidad económica que nos pone límites incompatibles con el paraíso jurídico que nuestras normas nos ofrecen, garantizándonos todo, sumado a una población maquiavélicamente adoctrinada y convencida de que sus problemas son producto de un contubernio entre una clase política ladrona y unos empresarios avaros y codiciosos, que le niegan a la mayoría el acceso al bienestar gratuito al que tienen derecho.

Entonces todos los gobiernos hacen hasta lo imposible por satisfacer las innumerables demandas de todos los sectores, que mientras más vociferantes y agresivos sean más consiguen, pero nunca alcanza; por eso cada poco tiempo toca volver al Congreso a pedir más al aparato productivo, pues los impuestos no son más que una metidita de mano del gobierno en el bolsillo de los ciudadanos para, en teoría, atender las necesidades de todos.

Pero a pesar de todo el país avanza, en todos los campos, preocupa cómo esa información no le llega a la ciudadanía, los medios de comunicación inflaman la llama del inconformismo con su manejo de cada tema, solo se considera noticia el crimen o las tragedias o los goles. No hay un enfoque de orgullo y optimismo para proyectar los esfuerzos de tantos y los resultados en beneficio de todos.

Pero el tema es la reforma tributaria. No creo mucho en ellas; espero no deje de leerme en este momento sin conocer mis argumentos. Creo que hay caminos de prosperidad real, de equidad y bienestar, que no son parte de la agenda política y que nos conducirían donde todos queremos estar. Para lo cual voy a presentar dos temas. El primero, la solución verdadera a largo plazo; el segundo, las alternativas de solución de corto plazo, pues es realmente grave el déficit en las finanzas públicas y las consecuencias de no cubrirlo serían catastróficas, tanto en términos políticos, como sociales y económicos.

La economía de Colombia en lo corrido de este siglo (al año 2019) ha crecido 2,1 veces; China, por su parte, en el mismo período de tiempo, ha logrado crecer 5,6 veces. Supongamos por un instante que el gran acuerdo político hubiera sido por el crecimiento económico y todos los esfuerzos del Estado y la sociedad hubieran caminado en ese sentido. Imagínense que nos hubieran bombardeado durante 20 años con el tema del comportamiento económico, como llevamos un año hablando del COVID.

No busquemos ser China, ejemplo de que el camino existe; seamos humildes e imaginemos que nos hubiéramos puesto una meta modesta: incrementar el crecimiento mensual en solo un 0,1 %.; la economía en ese periodo habría crecido 2,65 veces, y no las 2,1 veces que tenemos. Colombia captaba en impuestos un 12 % de su PIB en el año 2000 y con todas las reformas que hemos tenido hoy llega a un 16 % (no es fácil encontrar cifras coincidentes, uso las más conservadoras). El PIB de Colombia es hoy de 1.002 billones de pesos, 6 % menor que el del año 2019.

Si el país hubiera crecido a ese 0,1 % mensual adicional, el PIB hoy, incluyendo la caída del 2020, no sería de 1.002 billones, sino de unos 1.265 billones. Es decir, la producción total de bienes y servicios sería 263 billones superior, lo que para un recaudo del 16 % del PIB representaría 42 billones de ingresos adicionales este año ... la reforma propuesta buscaba 30 billones, no importa si estamos de acuerdo o no con sus postulados, el dinero estaría en caja. Lo anterior sin añadirle que durante estos 20 años y como consecuencia de esa mayor producción el Estado hubiera recaudado adicionalmente un acumulado de más de 250 billones de pesos ... muchas reformas tributarias o incrementos de la deuda externa (no tratada en este artículo) no hubieran sido necesarios.

Los modelos matemáticos que soportan esas cifras son muy sencillos y simples. Pero las cifras son muy dicientes y además tienen otros beneficios gigantescos no mencionados. Crecimiento económico significa empleos, mejores salarios, más aportes a la seguridad social, incremento de ingresos de la población, mayor demanda de servicios y mayor recaudo de IVA, menor demanda de subsidios estatales. En fin, un todos ponen, todos ganan.

Y ni hablar del mensaje político y de la construcción de una sociedad sana. No podemos volver a nuestros conciudadanos mendigos de un Estado con rentas básicas y subsidios al costo de vida. Esquemas políticos que terminan degradando la sociedad. Las campañas políticas no pueden terminar siendo, como cada vez lo son más, la feria de las ofertas de cada candidato, bajo el nombre de solidaridad, apoyada en la plata de los que producen y trabajan; por ese camino destruimos la economía. Por ese camino terminaremos como nuestros vecinos venezolanos, el ejemplo más claro y cercano de ese tipo de políticas económicas. Ejemplo que es la constante histórica y mundial del fracaso de todos aquellos países que han seguido por ese camino.

Pero mientras se construye una senda de crecimiento económico vigoroso y firme, sobre la que tengo muchas dudas, pues existen poderosas fuerzas políticas sólidamente adoctrinadas y nada pragmáticas que están dispuestas a poner sus postulados por encima de toda lógica o discusión racional; es necesario atender el déficit de caja hoy y su sostenibilidad en el corto plazo

¿Qué hacer? muchas propuestas se han oído y a todas ellas deberíamos recurrir. En primer lugar, la crisis del COVID ha afectado a todo el mundo, generando decrecimiento económico, endeudamiento estatal y costos no previstos en ningún presupuesto. Con esa realidad bajo la manga, el país debe negociar y refinanciar sus vencimientos de corto plazo de frente, no dejarse amilanar por agencias internacionales que amenazan con reducir la calificación o cerrarnos acceso a créditos. Entiendo perfectamente el valor de cumplir los compromisos, pero debe entenderse que no se puede pedir a una sociedad empobrecida y en dificultades que saque de donde no tiene para atender pagos que debemos solicitar se refinancien.

Hay muchas otras fuentes de recursos de corto plazo, diferentes a gravámenes fiscales. Vender en el mercado otro 10 % de Ecopetrol. Vender ISA. En vez de impuestos patrimoniales, emitir bonos patrimoniales redimibles en 5 años, combatir la evasión, suspender la compra de aviones de guerra.

Pero por encima de todas las propuestas hay una que es inaplazable e imprescindible. Parar en seco el derroche del Estado, la burocracia improductiva. Este Gobierno considera uno de sus grandes logros haber creado dos ministerios más, el de Deporte y el de Ciencia. Colombia tiene embajada en Ghana; les aseguro que no encontrarán con facilidad un colombiano en la calle que ubique a Ghana en un mapa o que al menos sepa el nombre de su capital; pero esa no es la única, también hay embajadas en Azerbaiyán, Argelia e Indonesia. Fácilmente reemplazables por oficinas consulares o comerciales apoyadas en países más grandes como México o Brasil.

Los congresistas ganan mensualmente en Colombia 34,4 millones de pesos, el equivalente a tres años de salario mínimo, sin contar las prebendas de vehículos, células legislativas, esquemas de seguridad donde viajen, etc. y el incremento anual del salario es superior al del salario mínimo. El país tiene 280 congresistas para una población de 50 millones, EE. UU., con 6 veces más habitantes, tiene solo el doble de congresistas.

Solo nuestras Altas Cortes cuentan con 129 magistrados titulares y cerca del triple de magistrados auxiliares, todos con ingresos y privilegios similares a los de los congresistas. Chile, con la mitad de la población de Colombia, tiene 21 magistrados.

El Estado está lleno de entidades inoperantes y llenas de burocracia improductiva; eso no es noticia para ningún colombiano, es la realidad. Tiene entidades con presencia internacional con pocos o desconocidos resultados; son más útiles para pagar favores de amigos políticos y respaldos locales. Recuerdo alguna vez que acudí a alguna oficina de Proexport en el exterior. Después de tres visitas infructuosas una secretaria se apiadó de mí y me ofreció el directorio telefónico para consultar empresas locales.

Conozco muchas personas que «trabajan» en las muy célebres «ías», pero que en la realidad no hacen nada. Igual daría si no existieran; se trata de instituciones inoperantes, fácilmente reemplazables, en las que a los altos cargos se accede por palancazo o amiguismo.

Dicen que todos esos son gastos menores, lo cual me recuerda la anécdota de un conocido que se había quebrado y tenía obligaciones por todas partes, les debía no solo a bancos, además había involucrado amigos y familiares, pero cuando llegaron las vacaciones decidió irse con su familia a un exclusivo resort de ski, «pues con esa platica realmente no resolvería ningún problema de fondo».

Todo lo anterior sin hablar de la corrupción, que, si bien no alcanza esa cifra imposible de 50 billones anuales que todos repiten como loros, es un cáncer que carcome y ha hecho metástasis en todas las instituciones. Desde todas partes la vemos moverse sin vergüenza, y oímos a diario de nuevas normas y acciones de los organismos de control en contra de ellas. Pamplinas. Sería tan fácil realmente actuar contra ella, pero detrás está el propio establecimiento político, como una mafia que no toca cosas allí, para no afectar temas acá.

Mucho podría hacer el gobierno Duque antes de reintentar con esta fallida reforma tributaria que desafortunadamente lo ha dejado en la lona; no supo oír consejos de quienes realmente lo apoyan y se lanzó a un precipicio donde puede arrastrarnos a todos detrás de él.

* Miembro de la Tertulia Cervantina 77. El contenido de este artículo es responsabilidad exclusiva de su autor

Por Carlos Alberto Ferreira*

 

jorge(266)08 de mayo de 2021 - 12:22 p. m.
Si mi bacán, tus números son exactos y tú visión de impuestos es óptima sin nada que agregar. Pero, ese agujero negro que es la corrupción lo minimizado, es irrelevante para ti. Ahí tus números se quiebran y casi ladinamente, separas a los corruptos de la corrupción. Los que se roban el erario son los mismos que nos clavan las reformas y así no hay agua bendita que nos salve.
Atenas(06773)08 de mayo de 2021 - 11:18 a. m.
Ehh, por fin una atinada apreciación q' surge de esa, pa mí malhadada, tertulia cervantina, o botadero d corriente. Mas esta tiene un ingrediente diferenciador d las otras, q' con muy claros datos y cifras aterriza sus ideas y trasciende el lenguaje florido d sus otros colegas d días pasados. Toca puntos neurálgicos q' vienen d antaño, y q' junto con la pandemia a DUQUE le estallaron en la mano.
Orlando(lx6ve)08 de mayo de 2021 - 01:10 a. m.
Señor Ferreira, su escrito muy interesante, señala aspectos centrales en el mal manejo de economía del país; al mejor estilo de lo que le ocurre en las corridas de toros ,este embiste en las primeras de cambio, pero al final se raja. Usted termina minimizando el peor cáncer que nos afecta. La criminal CORRUPCIÓN
UJUD(9371)07 de mayo de 2021 - 10:57 p. m.
Se le olvidó ahondar en los beneficios del sector financiero en la pandemia . También tocar el tema de la cantidad de zonas francas en este país, los privilegios para las mineras y petroleras, que finalmente no pagan ninguna regalía, etc.
  • Sebastián(41978)08 de mayo de 2021 - 03:51 p. m.
    Esas son las "pequeñas omisiones" de nuestros grandes economistas.
Mar(60274)07 de mayo de 2021 - 09:44 p. m.
Empezar pagándole a los congresistas salarios acordes al salario de los colombianos, si los colombianos somos mal pagados, por qué a los del gobierno se les paga como si hicieran su trabajo en un País del primer mundo? Segundo, al tipo del gobierno que cojan robando, cabeza que rueda, pero literalmente como en China. Nada de ayudas a los más ricos, los que necesitan ayuda son los que no tienen.
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