En relación con el artículo denominado “Las confesiones de los García”, de fecha 18 de abril de 2010, en las que aparece mi nombre, debo precisar haciendo uso de mi derecho constitucional a la réplica:
El seminario internacional Colombia Democracia y Paz fue un programa académico de investigación que funcionó entre 1998 y 2003, organizado por el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, con el apoyo de la Universidad Pontificia Bolivariana, por idea mía y bajo mi dirección. Funcionó en Madrid y Medellín y su objetivo era crear el espacio para una discusión imparcial en Europa y en nuestro país sobre el conflicto colombiano. Se trató de un programa abierto a todas las opiniones, las del Gobierno, las ONG, los actores armados de todas las tendencias y los intelectuales que estudiaban el problema, cualquiera fuese su posición teórica e ideológica. Se reunía mensualmente en Madrid y realizaba, tanto en esa capital como en Medellín, formatos amplios de participación masiva, cada año. Produjo al menos ocho libros, denominados genéricamente Colombia: democracia y paz, que son, a mi entender, el mejor registro de análisis de la historia reciente del país.
El seminario fue financiado completamente con dineros de la Universidad de Antioquia, de otras universidades colombianas, de instituciones de investigación españolas y de ONG de ese país.
Declaro que no he recibido dinero, a ningún título, de ninguna institución militar. Mis estados financieros, así como el origen de mis ingresos, están abiertos a los requerimientos y análisis de las autoridades competentes.
Todos los que me conocen saben que soy incapaz de poner mis actividades académicas, y mucho menos la inabarcable actividad académica de la Universidad de Antioquia, al servicio de fines aviesos o diferentes a los académicos.
He defendido, como intelectual, durante décadas, la vigencia del Estado de Derecho, en la cátedra, libros, conferencias, artículos en revistas científicas y en columnas de opinión, y siempre he criticado a paramilitares y guerrilleros y los excesos de algunos agentes del Estado. Esta actividad me ha generado grandes amistades, pero también profundos odios. Es el precio que se paga cuando se intenta, con el uso de la razón, desentrañar y buscar salidas al laberinto que ha vivido nuestro país, atrapado como está en medio de fuerzas tan enfrentadas y obnubiladas.
Como ciudadano, en este momento de controversia, y fiel a mil convicciones teóricas y de vida, me atengo exclusivamente a la Ley, que se encarna, en este caso en los dictámenes de la Fiscalía, única autoridad a la que reconozco la potestad exclusiva para evaluar judicialmente mi conducta, de acuerdo co lo establecido en nuestro ordenamiento jurídico. A ella respondo, adicionalmente, porque tiene la legitimidad, además de la legalidad, para hacerlo. Y por supuesto, acato y acataré sus decisiones como corresponde a cualquier ciudadano que lucha porque el país, final y definitivamente, sea regido por el Imperio de la Ley.
Lamento que ustedes no me hayan ofrecido la oportunidad de presentarles mi versión de estos hechos antes de publicar este artículo que, como comprenderán, afecta profundamente a mi familia y a mí.
Alfonso Monsalve. Profesor jubilado de la Universidad de Antioquia. Medellín.
El senador Robledo y una columna de Andrés Hoyos
Del artículo de Andrés Hoyos en El Espectador en contra mía, tan lleno de afirmaciones deleznables, sólo comentaré una.
Sostiene Hoyos —errado, por supuesto— que Mockus no es neoliberal y que, en impuestos, está a la “izquierda de Robledo”, porque él sí respalda el impuesto a la gasolina, uno de “los más redistributivos que existen”. ¿La prueba de lo redistributivo? Que “resulta obvio que el dueño de un Mercedes paga por ahí veinte veces más en la materia de lo que paga el que viaja en un bus de servicio público”. Algún amigo de Hoyos, conocedor del tema, debería hacer la obra de caridad de decirle que no repita eso.
Porque es obvio que los que tienen Mercedes —como Hoyos define a los magnates— son muy pocos, mientras que quienes viajan en bus son millones, lo que quiere decir que los impuestos a los combustibles los paga, principalmente, el pueblo. En cifras, el transporte público de pasajeros y carga consume el 83 por ciento del total de los combustibles. Y casi todo el resto del consumo, el de los vehículos particulares, no lo pagan los pocos que andan en Mercedes, sino la clase media, hoy acogotada, entre otras exacciones, por impuestos tan antidemocráticos como el de la gasolina, del 36 por ciento.
Como cualquiera puede saberlo y ocurre en Colombia, es típico del neoliberalismo reducirles los impuestos a los monopolios y las trasnacionales —los de los Mercedes— y aumentárselos a los pobres y a las clases medias, como acaba de ocurrir con el aumento del IVA so pretexto de la Emergencia Social, Emergencia que en salud también es neoliberal y ha sido respaldada por Mockus.
Jorge Enrique Robledo. Bogotá.
Masones y católicos
No es cierto lo que dice monseñor Castrillón en El Espectador del viernes pasado, sección “De labios para afuera”: “En algunos de los casos está por dentro la masonería, unida a otros enemigos de la Iglesia”. En realidad, el 95% de los masones, por lo menos en Colombia, somos católicos y además defensores de la Iglesia. Se le olvida que cuando se guarda silencio frente al delito se está incurriendo en él. Además, está calumniando a los masones. El recuerdo de la Inquisición y la práctica tan generalizada de la pederastia entre los sacerdotes católicos, están estimulando y prohijando la aparición de tantas nuevas religiones.
Antonio Quijano B. Bogotá.
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