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Sobre Bochica y los conquistadores

Columnistas elespectador.com

07 de octubre de 2010 - 09:53 p. m.

Muy interesante la columna 'Bochica: pedagogo mítico', de Tulio Chinchilla, publicada el viernes 24 de septiembre.

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Sin embargo, el ensayista incurre en una generalización que desorienta y no es históricamente rigurosa, cuando afirma que si los sacerdotes católicos inventaron el personaje de Bochica (blanco, barbado), no siguieron la imagen “de sus jefes, los conquistadores españoles, maestros en someter mediante la violencia y arrasar civilizaciones (incluidos templos) bajo el urgente impulso de la riqueza arrebatada”.

En efecto, cae en ese lugar falso y común de que los conquistadores españoles, todos, fueron violentos y sedientos de tesoros. Serias fuentes bibliográficas e históricas contemporáneas señalan que la violencia fue empleada por los conquistadores españoles del siglo XVI, básicamente ante dos fenómenos que definitivamente no aceptaron y prohibieron categóricamente: los sacrificios humanos y la homosexualidad de los aborígenes americanos. La inmensa mayoría de los conquistadores y sus descendientes, amén de haberse mezclado con los aborígenes y originado la raza que hoy somos, trabajaron por incorporar a los pueblos y territorios de América al grado de civilización mundial vigente en esa primera época de la edad moderna, y no por “exterminar a la población nativa para robarles sus tesoros”. Eso es seudohistoria.

Aquí cabe traer a colación la carta que en 1512 dirigió al Rey de España el conquistador Vasco Núñez de Balboa. Como se sabe, Vasco Núñez estaba “botado” —esa es la palabra— con un puñado de hombres en una orilla del Golfo del Darién, sitiado por el hambre, la sed, las fiebres, los mosquitos y víboras y las flechas envenenadas de los aborígenes y escribe al Rey pidiéndole que no le envíe más abogados, puesto que, así le dice, él y sus hombres estaban tratando de abrir caminos y empezar a construir las primeras villas o pueblecitos en un territorio absolutamente inhóspito, y lo que necesitaban eran albañiles, carpinteros, herreros, ingenieros, calafateadores, etc., etc.

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Nuestros abuelos españoles, en su inmensa mayoría, vinieron a construir nación —no a destruir—, aunque en ese proceso hayan transformado desde luego a las sociedades preexistentes. Así ha sido la historia en todo el mundo y en todas las épocas. Lo otro es “purismo de nirvana” y añoranza ahistórica de que aquí siguieran existiendo hoy las sociedades nativas, como si el hecho histórico del descubrimiento y conquista y colonia no hubiera pasado o hubiera pasado sin transformar nada. Hoy no somos aborígenes ni españoles ni africanos: somos americanos, esto es, tenemos la sangre y sicología de nuestros tres abuelos históricos. Ya es hora de que entendamos claramente eso.

 Édgar Ramírez. Bogotá.

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