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Lo bueno de El Espectador es releerlo, por eso llamó la atención la tímida nota sobre las maravillas de los indios Zinú en su lucha muy propia para lograr la seguridad alimentaria, en su caso, encontrando variedades de maíz, aparecida el día 24 de septiembre, cuando la misma debió desplegarse y mostrar su experiencia con más impacto por ser una experiencia de vida que puede ser imitada por muchas personas, sin necesidad de crear un mito alrededor de la investigación para que la tierra sea lo suficientemente productiva y evitar la tragedia del hambre en todas partes.
Los indígenas siempre nos darán lecciones de vida en diferentes direcciones y su conocimiento sobre agronomía no iba a ser la excepción.
Días antes, también El Espectador, en su edición del 17 de septiembre, publicó una de millones de fotografías que retratan la crudeza del hambre en la mayor parte de los pueblos del mundo, una mujer somalí con su hijo esquelético en brazos, para contar que Josette Sheeran, funcionario del Programa Mundial de Alimentos, le anunciaba al mundo que 1.020 millones de habitantes del planeta pasan hambre. Me pregunto ¿qué tipo de impacto se busca con esa fotografía que además traía en páginas interiores una escasa información adicional, cuando nadie se inmuta?
En Colombia se ha comenzado a vivir con mayor intensidad el período electoral y uno espera que cualquiera de quienes aspiran a gobernar este país se pronuncie sobre esta plaga, que para el caso de Colombia es tan dramática como la de esa fotografía de la mujer somalí. Aunque la economía logre defenderse en medio de la crisis internacional, los pobres aumentan cada vez más, así las cifras oficiales digan lo contrario. La prensa colombiana exhibió titulares enormes para contar que la pobreza había disminuido entre nosotros y en letras mucho más pequeñas, que la indigencia estaba disparada. ¿Nos ponemos felices porque hay menos pobres, pero nos quedamos callados cuando sabemos que los indigentes, desplazados y en general la gente de pobreza extrema aumenta? No entiendo a nuestros políticos y mucho menos a los gobernantes, pero tampoco a los medios de comunicación. Dirán que es una situación que embarga al mundo.
Pero claro, pasaron como dos días y todo se aplacó con motivo de la consulta de partidos. Ni señas de los hambrientos del mundo, mucho menos de los de Colombia. ¿En qué tipo de problemática social piensan los candidatos? Que se sepa, los dirigentes de varias naciones, una vez más, reunidos esta vez en Quito con motivo de la X edición del Foro Biarritz, hicieron la siempre eterna declaratoria a la finalización del evento: había que buscar nueva soluciones. ¿Quién les cree a ellos? ¿Quién les cree a los nuestros?
Por eso, nada resulta más valioso que lo que los pueblos hagan por ellos mismos, sin discursos, sin declaratorias, sin promesas, más bien con hechos de vida, como los indios Zinú, que dan ejemplo al mundo.
Ana María Córdoba B. Pasto.
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